Arreglando la fachada
miércoles 23 de mayo de 2009
© Sergio Plou
Artículos 2009

    Las obras es el recurso ideal para acabar con la sensación de vacío que nos envuelve. No hay nada más grimoso para los jefes que observar a la peña mano sobre mano sin pegar un palo al agua, así que los políticos, de cara a las elecciones europeas, le van a meter un repaso a lo que no luzca como es debido para generar sensación de movimiento. Ya se sabe que el movimiento se demuestra andando, aunque nadie tenga ni repajolera idea de a dónde nos llevan. Si es que hay alguien llevando el timón, claro, que todavía está por ver.
    El rollo patatero del estado de la nación nos ha sacudido a todos con un aluvión de maravillas donde lo principal es soltar un buen puñado de kilos para que rejuvenezca el panorama. A saber: ordenadores para todos los colegios, subvenciones para comprar coches y faena a tutiplén. Hay que hacer músculo. Nadie sabe aún de dónde sale semejante pastizal, y lo que es más lamentable, por qué no se le prendió fuego al dinero público hace unos años si tan importantes y tan sociales eran las medidas que ahora se van a acometer con absoluto desparpajo. Será que los políticos sólo se ocupan de la plebe cuando el problema se les escapa de las zarpas. O sea: cuando lo mismo da ocho que ochenta.
    Por estos pagos hemos tenido el placer de asistir a las dulces y beatíficas conversaciones privadas de un puñado de capitostes locales, en su mayor parte políticos de localidades vecinas. Ciudades que ayer considerábamos como dormitorio descubren hoy el somier de las corruptelas provinciales e incluso autonómicas. Ese viciazo delicioso, el magnífico contubernio entre constructores, políticos e intermediaros de toda laya, nos ha regalado un sabroso guión de excelente y surrealista factura. Muy de Berlanga.
    Aunque han rodado unos melones por el suelo y hemos podido descorrer unos centímetros la cortinilla que cubre las mangancias locales, al común de los mortales el resultado judicial se nos antoja pobre. Menos mal que La Muela no tiene playa. O que está en Florida. ¿Dónde estará el recreo de tantos jefes que apalean los billetes alrededor de esta ciudad? ¿Todo empieza y acaba en ese cerro pletórico de generadores, en esa muela que nadie sabe todavía si será la del juicio o un simple premolar?
    En la dentadura de las masticaciones democráticas aparecen caries, se hacen empastes y se colocan fundas, rara vez se extrae una pieza dental. Con la desaparición pública de ciertos sujetos desaparecerían fabulosas máquinas de hacer pasta. La pasta que después se tira en hacer obras.

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