Chalecos salvavidas
miércoles 19 de noviembre de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Las arcas públicas de la comunidad autónoma y del consistorio están peladas, así que los presupuestos del año que viene sufrirán una buena poda. No hace falta ser economista para comprender la que nos caerá encima. No sólo se gastaron una pasta gansa en los fastos veraniegos, una juerga que no creó riqueza de ninguna índole, sino que aún están por pagar. Se debe un porrón de euros, cantan los números rojos en las cuentas públicas y sin embargo continúan nuestros políticos endeudándonos. A su juicio no hay otra manera de tirar hacia adelante y la ciudadanía comienza a quemarse. Hemos pasado de la Expo al pánico en menos de tres meses.
    ¿No era previsible? Mantenemos un regimiento de interventores, depositarios, consejeros y técnicos de toda laya que diariamente investigan el vasto mundo de las cuentas y aún no conozco que haya dimitido nadie. Ni en las instituciones ni en las entidades financieras o las fábricas de automóviles. No hay responsables ni por acción ni por omisión. Es inaudito. Sólo falta que nos digan que mal de muchos remedio de tontos. Encubrir la piratería y despilfarro de los grandes mangantes de la globalización, en el mejor de los casos nos conducirá a nuevos engaños. No nos conviene ayudar a las multinacionales, y menos a las que se forraron sin escrúpulo ecológico ni social durante décadas. Esa chusma no dudó en largarse a China donde la mano de obra le resultó más barata. Si ahora los chinos van a comerse el mundo que lo hagan. Creer que serán peores o mejores que los ejecutivos americanos o europeos es la gota que colma el vaso. El chantaje al que están sometiendo los fabricantes de coches a la sociedad, amenazando con la quiebra, el cese de actividad y los despidos de sus plantillas, no tendría que aceptarse. Y menos aún sin garantías. Está demostrado que este tipo de negocios no colaboran en el desarrollo del planeta ni en mejorar las condiciones de vida de sus pobladores, generan eso sí los jornales que ahora ponen sobre la mesa para pedir capital. Ni más ni menos. Si tuviéramos unos gobernantes juiciosos aprovecharíamos la oportunidad de enderezar el futuro.
    Los jefes, años atrás, se jactaban de comportarse como una ONG. Creando empleo realizaban una labor social y ni siquiera les dábamos las gracias. Para emprender un negocio hay que ir muy sobrado de cualidades, pero a la hora de la verdad, cuando vienen mal dadas, es cuando hay que demostrarlas. Los empresarios de postín, sin embargo, acaban como todo quisque en la ventanilla institucional para que les apañen el panorama. ¿Dónde está la previsión y el ahorro? ¿Dónde invirtieron las ganacias? En los pubs más rancios que ocupa la chusma más fina, los mismos que se fumaban un puro y se metían su tradicional lingotazo de coñac, los mismos que hablaban despectivamente sobre el dineral que dilapidaban los gobiernos en apoyar a titiriteros y comediantes, hablan ahora de echar la persiana y dejar a miles de personas en la calle. Señalaban entonces las cuatro perras que destinaba el Estado a materias sociales y encubrían las enormes sumas que salían de las arcas públicas para apoyar entramados económicos de dudosa rentabilidad social. En raras excepciones se les pidió a los grandes holdings otra cosa que garantizar los empleos y seguimos en las mismas, ¿acabarán cediendo las administraciones otra vez? Me temo que sí y es probable además que no se transforme la situación. Si no se establecen compromisos ni regulaciones es como si arrojásemos el dinero por la borda. Nadie garantiza que a corto plazo, y habiendo soltado la pasta, dentro de unos meses no vayamos a estar en las mismas. El producto de todos los grandes robos y pelotazos se encuentra a buen recaudo en un puñado de pequeños paraísos fiscales. El común de los mortales viajamos a bordo del Titanic y no precisamente en primera clase. Tarde o temprano sabremos que no hay suficientes chalupas para abandonar el barco y que los chalecos salvavidas están contados. Mientras tanto nos hacen creer que estamos viendo otra película, una con final feliz, pero a medida que se complica el naufragio la gente despierta y se viven entonces unas situaciones que ponen los pelos de punta.

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