El Cuaderno de Sergio Plou

      

martes 22 de enero de 2013

Cuatreros




  Por lo que cuentan los medios de incomunicación, parece ser que Mariano está preparando una nueva ley para que los condenados puedan dirigir en un futuro entidades financieras. No es que el gobierno haya pensado crear un ciclo especial de estudios en Zuera o Alcalá Meco, aunque tampoco me extrañaría nada. Tendría su gracia que los presos comunes se reinsertasen de tal modo en la sociedad que llegasen a dirigir los bancos nacionalizados gracias a algún concurso oposición. De hecho, hay auténticos maestros del atraco entre rejas, gente que a golpe de recortada y pasamontañas se abrieron camino hasta la caja. Incluso existen individuos como el Dioni o Mario Conde, perfectamente armonizados, que gracias a esta ley podrían llevar con decoro el timón, por ejemplo, del Banco de Valencia. Pero no lancemos las campanas al vuelo, seguramente el gobierno no hace otra cosa que anticipar el turbio porvenir de los ejecutivos actuales, no sea que los pillen en un marrón y acaben en la trena.

  Tanto indulto comienza a resultar cansino. Es mejor autorizar a los canallas mediante una ley para que puedan seguir llevando sus negocios, de esta manera minimizan los riesgos en los que pudieran incurrir y apoyan su estabilidad financiera. La peña en su conjunto no da crédito a las noticias, apenas se ha repuesto de la mangancia de los sobres en dinero negro cuando le llega esta coz gubernamental. O esta salida de pata de banco. Actuar con la debida honradez está tan mal visto que es menester alterar la legislación vigente para que el robo y las tropelías desaparezcan del código penal. El señor Rato, sin ir más lejos, cuyo rescate nos ha costado a todos más de cien mil millones de euros (y que ha sido la excusa de esta política de recortes y privatizaciones con la que nos atiza el partido popular), si en algún momento acabase en prisión y cumpliera condena o fuera indultado, podría tranquilamente optar de nuevo a dirigir cualquier banco y repetir la jugada. ¿No resulta fantástico? Este comodín que Mariano se saca de la manga actúa como un bálsamo para los banqueros, a los que garantiza la continuidad en el caso de que vinieran mal dadas. Basta con que le cedan a un testaferro el sillón y hagan tiempo a la sombra para volver a las andadas.

  La elaboración de este tipo de leyes son muestra evidente de hasta dónde conviven en una misma casta la clase política y la financiera. Da la sensación de que vayan cubriéndose mutuamente de gloria, hasta el extremo de que cada vez se escuchan más voces exigiendo una regeneración del sistema, cuyo deterioro ya no puede esconderse. Ahora, además, ni siquiera se pretende. Cuando el gobierno da la cara -supuestamente- para ofrecer explicaciones termina incluso amenazando con querellas por difamación a los que han levantado la liebre. No están dispuestos a poner la mano en el fuego por cualquiera, tan sólo entre ellos, y desde luego no les tiembla la mano a la hora de negar sus implicaciones. Tampoco quieren cambios, excepto los que ellos promuevan y traspasan así el punto de no retorno de manera irresponsable. No quieren darse cuenta de que complican el futuro e indignan cada día que pasa a más gente.