El Cuaderno de Sergio Plou

      

viernes 24 de septiembre de 2010

Denominación de origen




  Una turolense de Elche acaba de ser elegida miss Spain 2010, demostrando de esta manera que da igual de dónde seas para que te elijan o te repudien en cualquier parte. Cuando lo único que interesa es ganar resulta penoso pasar desapercibido, así que hay que estar al quite de las oportunidades. Todo es publicidad. Si lo que sale a la venta o, como dicen ahora, se «pone en valor» —que es un concepto más fino porque está literalmente traducido del inglés, aunque en definitiva signifique lo mismo— es el título de miss España pues adelante con los faroles. Es cuestión de tener vista y Teruel, antes de evaporarse, ha sido capaz de importar a una ilicitana para adquirir así una nueva naturaleza de su existencia. Al menos como territorio, porque le ha dado lo mismo segar a su propio atractivo femenino con tal de alcanzar notoriedad en los telediarios. Supongo que el reglamento de este tipo de concursos lo permite, así que para el año que viene igual presentan a una mujer oriunda del Senegal o de Sierra Leona y vuelven a ganar el premio. El valor, como la esperanza, es lo último que se pierde y todo depende de dónde hayan puesto los límites.

  A mí este asunto de la belleza competitiva me da pampurrias, nunca he pensado que los seres humanos fueran perniles a los que se pudiera catalogar con una banda en el lomo, pero comprendo que si no tienes nada que llevarte al estómago acabes mostrando tus propias carnes. El problema no está en las víctimas que se pasean ante las cámaras sonriendo sino en el mercado que las consume con los ojos. ¿Cuál es la solución? ¿Educamos a la peña o procedemos a una extracción ocular generalizada? Bueno, siempre queda el recurso intermedio de prohibir las olimpiadas dérmicas, tanto locales como provinciales, estatales o continentales. Las hay incluso universales, como si no pudiera existir una miss en Andrómeda o en la Nebulosa del Cangrejo. Reducimos el universo de las piernas depiladas al pequeño conjunto de las pantorrillas terrícolas, demostrando así nuestro desconocimiento más allá del sistema solar.

  Si todavía no hemos salido de él, entremos por un instante en el género de la aberración y establezcamos comparaciones extrañas. ¿Por qué se prohíben unos espectáculos y se permiten otros? ¿Es la violencia física el único argumento? ¿Sólo se denigra a una especie cuando se la degüella o existen otras formas de humillación? Si en algunas autonomías todavía se considera legal matar toros en las plazas, ¿no sería más conveniente abrir los mataderos al público? Y si se otorgan premios a la belleza, ¿podrían regalarse también unas cuantas medallas a la fealdad? Todavía no conozco a la persona más inteligente del planeta, pero la denominación de origen de la más bella seguro que a todos nos saca de pobres. O al menos a los que tienen la patente del negocio. Por dinero no será.