Despacio y por la sombra
Crónicas
© Sergio Plou
domingo 29 de junio de 2008

      Comienzan las bajadas de tensión. No sólo estoy fotosensible sino también poco ecológico. Cuando salgo de casa voy buscando garitos con aire acondicionado, de modo que no me sostengo en el planeta. Literalmente me vendría abajo al llegar a un local que no estuviera fresquito porque tardo un rato en reponerme, igual es que tengo miedo de que la mosca negra me sorba la sangre. En «Rockflower» —vulgo, Peñaflor— la mosca mete unas chupadas y unos bocados desvanecedores. Cuenta la leyenda que este tipo de bichos dejan un grano sobresaliente, cuyo único remedio es aplicar amoniaco y cubitos de hielo para que baje la hinchazón. Los de Telefónica, que no bajan la factura del ADSL pero se gastan los beneficios empresariales en entregar a los visitantes de la Expo un «pack» enternecedor, tendrían que adjuntar en el «kit» un bote de NH y un frasco de repelente baturro (aconsejo el que venden en Gilca, que es muy efectivo en el Amazonas). Hoy por hoy, el obsequio de la compañía telefónica consta de un abanico, una botellita de agua y un minibotiquín, con sus correspondientes tiritas enanas, gasa igualmente ridícula y un esparadrapo modelo espejismo, amén de unas almohadillas para los pies que no hay forma de usarlas. El prodigioso Fluvi-Antiestrés, muñeco diabólico que puedes ir estrujando en las filas de tres horas hasta su completa aniquilación, cierra este maravilloso regalo que la sociedad anónima ofrece en una bandolera horripilante pero muy publicitaria. Mediante este «blister», los ciudadanos que ayer se vieron atrapados en el ascensor de la pasarela que une la Estación de las Delicias con el Telecabina, durante una hora y sudando como tocinos, podrían haber jugado durante un rato a los médicos pero poco más. La llegada de la «baturraina», gremio policial al que los rescatados acusan de pertenecer a un república bananera, hizo estragos en la moral de los visitantes a los que, seguramente, no les quedaron ganas de ir a la Expo. La Expo batió todos los récords de masificación: setenta y ocho mil sujetos se patearon el meandro. Lo dice la prensa local, porque en el resto del país sólo hablan de que hasta ahora las tres cuartas partes de las visitas las realizan los propios zaragozanos. No sé si seremos capaces de mantener semejante trajín cuando llegue la mosca negra, aunque imagino que saltaremos cualquier listón. Ayer tuve bastante con cambiar el agua de mi pecera, así que no me esperen por allí hasta que no amaine la pesadilla. Esta tarde-noche me largaré al auditorio a ver el orfeón donostiarra, porque paso de fútbol como de comer coprolitos. Dicen que también irá el doctor Spock, supongo que esa es la razón por la que han llenado las charcas de Eduardo Ibarra. También han llenado de géiseres las proximidades de la intermodal, la pasarela y la zona colindante con la Rotonda de la Ciudadanía. Lo llaman el paseo del Agua y alberga una docena de surtidores y un arco de casi cuarenta metros. Más vale tarde que nunca y poco a poco van acabando las obras mientras se inaugura el Off-Expo. El Foro Mundial de las Luchas del Agua pasa de ir al botijo —el Faro, que dicen los cursis— y se lo monta por libre creando un debate hidráulico que reúne alrededor de cincuenta organizaciones no gubernamentales. Como era de imaginar no se le está haciendo ningún caso desde los medios de comunicación, porque sólo faltaba que se pusiera en cuestión la nula ideología ecológica de tan magno evento. Mientras los taxistas se quejan de que no cogen el taxi ni los impedidos, los montañeros aragoneses observan horripilados que en el Pirineo continúan alambrando los valles generando empalizadas contra los aludes. Aramón, la empresa pública que pretende hacerse con la estación de Cerler, la única que les queda por adquirir, patrocina el telecabina de la Expo y nos dice a todos lo buena gente que son y lo mucho que les preocupa el medioambiente baturro mientras dejan hecha polvo la montaña. Se acerca el mes de julio y hay que caminar muy despacio y por la sombra si no quieres sufrir una lipotimia en esta ciudad absurda. Hoy es el día nacional del pelotón, surrealista y etílico donde los haya, una jornada que podríamos aprovechar los no iniciados en el balompié para soñar con que algún siglo de estos un puñado de terrícolas cultivarán espárragos en Marte. Al resto les aconsejo una versión vasca sobre los viajes en el tiempo: Cronocrímenes, de Nacho Vigalondo. Y que les sea leve.

Crónicas
2007 y 2008 2009 a 2011
Artículos Críticas Literarias Relatos Las Malas Influencias Sobre la Marcha La Bohemia La Flecha del Tiempo