Escarnio
miércoles 27 de febrero de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Está ocurriendo algo grave en el entendimiento y la cordura. No es normal que nos despertemos con cuatro cadáveres sobre la mesa del desayuno y sigamos adelante como si no ocurriera nada. A estos asesinatos les han colgado el sambenito de violencia doméstica, sexista, de género e incluso de terrorismo machista, pero no es aceptable que llevemos 17 muertas en lo que va de año y que continúe el escarnio. Cambiar de calificativo no impide que las conductas sigan encastilladas y desarbolen sus peores instintos animales. Comienza a ser triste la inactividad en el terreno educativo, sobre todo en el laboral. Seguimos anclados en la posesión y el rapto de ira, de modo que algo está fallando, y conviene aceptarlo si no queremos que se perpetúe la desgracia. Si el Estado no es capaz de detectar los focos de la violencia y de anticiparse al maltratador, debe asumir la educación para la legítima defensa. Conviene a la sociedad en su conjunto que las mujeres hagan deporte y sepan elegir a sus parejas, que sean fuertes a la hora de repeler una agresión y distingan comportamientos de afecto entre actitudes manipulatorias y chantajistas. Las denuncias no pueden quedar en agua de borrajas. La separación de los cónyuges o de las parejas no puede limitarse a que pongan tierra de por medio. Hay que llegar a todos los estratos sociales y ser capaces de generar nuevos comportamientos que erradiquen esta lacra. Se trata de educar a la ciudadanía, pero no sólo en las escuelas sino también en el ámbito laboral y en las asociaciones civiles.
    Desde los sindicatos a los empresarios, pasando por las comunidades de vecinos y si me apuran las parroquias, han de establecerse cauces para la denuncia preventiva, sobre todo cuando la sospecha de abusos es palmaria. La denegación de auxilio es un delito y como tal debe perseguirse de oficio en los juzgados. Las conductas aberrantes no pueden tomarse a guasa y es obligación de todos el prevenir las que pudieran producirse. Las campañas no bastan. Resulta hipócrita que se prohiba fumar en locales públicos y se permita con absoluta naturalidad la degradación femenina. Y no hablo de los burdeles, donde la situación de esclavismo de las inmigrantes y el desarrollo de las mafias es más que evidente. La exigencia de uniformes ridículos para la mujer en los bares y cafeterías más corrientes dicen mucho del perfil que aún se busca en los oficios. Todavía siguen existiendo los concursos de belleza y se permiten anuncios de factura discriminatoria. La asociación de ideas entre belleza y estupidez es común en programas televisivos de máxima audiencia. En definitiva, se echa a faltar en los programas electorales proyectos dirigidos por mujeres que supongan una verdadera revolución en el terreno de la sensibilidad de género. Mejor o peor se atiende a las cuotas de participación, pero algo está fallando cuando la realidad persiste en la violencia.

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