La bestia parda
jueves 20 de septiembre de 2007
© Sergio Plou
Artículos 2007

    Un candidato egipcio reparte Viagra por las calles a los votantes. La agencia de noticias no especifica el sexo de los obsequiados. Un gobernador ruso, en aras de aumentar la natalidad, anima a las parejas heterosexuales a que no vayan los miércoles a trabajar y sugiere que aprovechen el tiempo echando un kiki. No sé si en la misma provincia o en la de al lado, un sujeto encontró un condón en una cerveza y ahora pide millón y medio de euros como indemnización. En la localidad serbia de Kragujevac, un individuo a todas luces deprimido pero sin diagnosticar se amputó el nabo mediante un hacha. Y en el cuerpo de Luo Cuifen, una mujer china de 29 años, encontraron los médicos veintiséis agujas de coser. Las tenía dentro desde la más tierna infancia y se las fueron introduciendo sus abuelos a modo de venganza, pues esperaban un nieto que practicase kungfú. A estas alturas tampoco me extraña que un compatriota europeo - concretamente de Móstoles - haya subastado su alma en ebay. Obtuvo por ella la ridícula suma de 47 euros y medio.
   Este tipo de noticias demuestran que cada persona es un mundo y que todos juntos actuamos como una plaga. De hecho, un senador demócrata estadounidense ha presentado una demanda contra Dios ante un tribunal de Nebraska. Y no lo busca como culpable de haber creado a la humanidad. El senador afroamericano Ernie Chambers presentó su denuncia la semana pasada en protesta contra un juez que prohibió el uso de las palabras "violación" y "víctima" en un caso de agresión sexual. Si la justicia, a la hora de dictar sentencia, se deja influir por los conceptos más arcaicos de las religiones habrá que pedir cuentas al jefe de estas sectas y en caso de fuga o rebelión, sentar en el banquillo a los que hablan en su nombre, ya sean papas, diáconos o administradores. En la Biblia, en la Torá, en el Corán y hasta en el libro sagrado de los Sijs, Dios se presenta como una auténtica bestia parda, capaz de organizar plagas, causar terremotos y provocar salvajes exterminios entre los chalados que pueblan la Tierra, de modo que puede aplicársele sin nigún reparo la ley antiterrorista y conducirlo a Guantánamo. Otra cosa es que se deje. O que no exista, en cuyo caso habría que pedir daños y perjuicios a los creadores de esta imagen ilusoria y modificar incluso los billetes de curso legal. Conociendo a los americanos, cabe la posibilidad de que se presenten a testificar el día del juicio varios mesías, una docena larga de dioses de pacotilla y multitud de profetas del carril. Cualquier cosa antes de recuperar la cordura.

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