La madeja
lunes 26 de febrero de 2007
© Sergio Plou
Artículos 2007

    Uno de los últimos asuntos que han saltado a los medios es la colaboración del Gobierno en el limbo de Guantánamo. No me refiero al Gobierno de ahora, que ya dio el triste espectáculo de negar el conocimiento de los vuelos de la CIA sobre territorio nacional, sino al del señor Aznar, que después del bochornoso show de la guerra llegó incluso a interrogar a unos cuantos detenidos fuera de los cauces diplomáticos habituales. Y lo que es más estúpido todavía, que no borró las huellas de su proceder en los documentos oficiales de la Embajada en Estados Unidos. Ni siquiera en los que cursaron los policías nacionales para sus superiores en el Ministerio del Interior. Supongo que no pensaban tener ningún problema al respecto. Los agentes que llevaron a cabo los interrogatorios demuestran en sus informes que la mayoría de los reos no habían cometido otro delito que el de proceder de las clases más marginales de distintos países y que debería maniobrarse con ellos de forma muy diferente. Supongo que con las medidas legales oportunas, no mediante secuestro, como están retenidos allí. Salta a la vista que la Justicia debería tomar cartas en esta aberración, porque lo que es legal en Estados Unidos resulta que no lo es aquí y si unos funcionarios del Estado se desplazan a gastos pagados hasta otro territorio, debemos conocer las causas. Sobre todo si su destino es un territorio bajo sospecha internacional. Y decir sospecha es un eufemismo, porque hay imágenes. Grabaciones de estos encuentros con unos individuos invisibles para el Derecho. ¿Qué se les había perdido a los policías españoles en Guantánamo? ¿Porqué estaban investigando?
    Que existan resquicios para conocer un pedacito de verdad, no deja de sorprenderme. A toro pasado nos enteramos de una serie de noticias que por alguna malsana razón interesa que se destapen ahora, y no entonces. Si nos hacemos la típica pregunta de a quién beneficia no cabe duda de que al Gobierno actual. Pero aturde pensar cómo han cambiado las tornas en las relaciones entre el Ejército, la Policía y el Gobierno durante la época más conservadora. Era costumbre que los poderes fácticos fueran como uña y carne con un partido a la derecha hasta que llegó el señor González y les subió el sueldo. Fue una táctica inteligente, resulta innegable, y desde entonces se levantan liebres o se tira del ovillo. Veremos hasta dónde llega ahora la madeja.

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