El Cuaderno de Sergio Plou

      

lunes 28 de marzo de 2011

La realidad disminuida




  Muy poco a poco las conciencias se desperezan. El fenómeno es tan lento como la quiebra general a manos de los jefes: a fuerza de ordeñar la vaca sencillamente la están dejando en las últimas. No vayan a creer que las cosas cambiarán de la noche a la mañana, se trata de una agonía lenta y aburrida, silenciosa y decadente. El crack del sistema está provocado desde dentro, donde los buitres —a falta de otra cosa— devoran los restos. Es el caso de las agencias de calificación (Moody's, Standard & Poor's, Fitch) que viven a todo trapo colocando pegatinas a los productos financieros que sus millonarios amiguetes van creando. Dicen que algo es guay o es carroña según les unten la cartera y luego se benefician de los zurriagazos económicos que ellos mismos producen. No me extraña que ahora les lleven a juicio los de Attac, entre otras causas por maquinación para alterar el precio de las cosas y utilizar información reservada con el ánimo de lucrarse. Es de cajón que se querellen, aunque un fornido batallón de abogados a sueldo de las multinacionales les aguarden muy contentos para mandarlos a hacer puñetas.

  Mientras tanto, el gobierno entretiene a los parados empujándoles a que estudien, como si el hecho de meterse al coleto cualquier formación les fuese a llenar la tripa o les ayudara a pagar el alquiler. Se trata de mantener ocupada a la peña y no en las calles calentándose la olla los unos a los otros. Es un clásico que llevo oyendo desde que nací y tengo ya cinco décadas. El sistema político, judicial y financiero está podrido hasta los tuétanos y desde luego no va a arreglarse permitiendo que lleguen al poder mentalidades todavía más tóxicas, al estilo de la hija de Le Pen o gentuza de igual ralea. Hace falta una revolución creativa muy contundente, que levante las alfombras, limpie los escaños y las poltronas, regule los bancos, modifique las constituciones, haga desaparecer los ejércitos, nacionalice la salud y las industrias farmacéuticas y promueva nuevas democracias participativas. No es moco de pavo pero esta es la guerra actual: o seguimos siendo tontos o nos permitimos el lujo de cuestionárnoslo todo.

  Contra este futuro e inexistente modelo, basado en la información libre y veraz, se levanta el régimen de toda la vida, viciado en su orígen, centrado en la manipulación y el secretismo, que prima el interés de unos mangantes a costa de los demás. Les parecerá ingenuo pero cada año que pasa resulta más evidente que el que calla otorga. Intuimos lo que está ocurriendo pero desconocemos la forma de actuar: no queremos hacerles el caldo gordo a los partidos de siempre. Estamos tan cansados de oír bonitas palabras que se nos hace un mundo salir a la calle y protestar, pero llegará un momento en que no nos quedará otro remedio.

  Los presidentes de gobierno siguen a lo suyo, se reúnen con los amos de las multinacionales en cada país y deciden con descaro destrozarnos el futuro. Siguen emitiendo deuda para pagar a los bancos la suya, en lugar de investigar sus fraudes y meterlos en cintura. La deuda que emiten los estados llega un momento en que se paga a un interés demasiado alto (el 8 % en Portugal, deuda que compran los bancos) y al forzar el rescate de un país les pagamos los intereses de los intereses todos los europeos. El negocio salta a la vista y sin embargo sigue pasando de un país a otro como si los especuladores fueran estrujando una bayeta hasta que no quede ni gota que exprimir. Les da igual lo que ocurra, siempre y cuando puedan forrarse. De seguir por este camino, bajo las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, mandando a la OTAN a que se haga con el petróleo ajeno y deformando la legalidad de las Naciones Unidas para que se amolde a los intereses de las grandes corporaciones, continuaremos lenta y desgraciadamente apostando contra nosotros mismos y dejando todas las riquezas en manos de un puñado de delincuentes internacionales. Es una pena que tengamos que vernos con una mano delante y otra detrás para no tener nada que perder y reaccionar en consecuencia. Es alucinante que en todo el Magreb se haya llegado a esta situación y vengan precisamente a rescatarlos aquellos que los dejaron en la hambruna: las grandes potencias y los grandes líderes espoleados como siempre por las grandes multinacionales. Es triste pero la única forma de que todo cambie es oponiéndonos desde abajo. Lo demás es propaganda, puro telediario.