El Cuaderno de Sergio Plou

      

martes 19 de febrero de 2013

La revuelta de los zapatófonos




  Cada vez que oigo hablar de Método 3, la agencia de detectives, me pregunto cuál era el segundo o el primer método, en qué consistía y si quedaba espacio más allá del tercero para dar cabida a un cuarto. Tras darle vueltas al número del logotipo, entiendo que bajo dicho método se permitió a los detectives meter las narices en todos los sumideros. Con el paso del tiempo y la fuerza de la costumbre hicieron equilibrios sobre el alambre de la legalidad, sacando esta agencia una buena tajada por cotillear en las miserias ajenas. Si no llegó a alcanzar la excelencia, Método 3 logró al menos la ISO 9001, garantizando así cierta calidad en el fisgoneo, circunstancia que les empujó -si nos dejamos llevar por la publicidad- a erigirse en la primera agencia de investigación del estado, incluso obtuvo de la Generalitat treinta y pico mil euros de ayuda a la innovación. Ya en los misterios fundacionales de la empresa, allá por 1985, se advertía una ligera fascinación por la inteligencia y ciertas ínfulas de grandeza, lo que les condujo a crear una metodología basada en siete pasos, el último de los cuales propiciaba la entrega del material al cliente en dos copias y el consejo de que pusieran los hechos a disposición del tribunal competente. Los hechos no eran los suyos, por supuesto, sino los que se derivaban del seguimiento y las grabaciones.

  Convirtiendo a los espías en funámbulos, recopilando la información requerida de una manera automática, sin hacer distingos y a paletadas, elaboraron –según consta en su web- dieciocho mil informes. Dudo que esta cifra sea actual, porque la policía se ha incautado de tal volumen de documentos que se podrían llenar diez furgonetas y apenas quedaría sitio para los conductores. Quizá los detectives eran tan prolijos en sus averiguaciones y tan puntillosos al elaborar el dosier que en vez de informes producían enciclopedias. Borreguero y Peribáñez, dos de sus agentes, se han ganado un sitio junto a Mortadelo y Filemón en los anales de la investigación peninsular. Hasta ahora, los personajes del tebeo sólo habían sido superados por Francisco Paesa, archiconocido espía de los servicios secretos españoles. Recuerdo que Paesa estuvo metido en todos los ajos. Lo mismo hacía negocios con el tirano de Guinea Ecuatorial que vendía un par de misiles a ETA o trabajaba para el gobierno en la trama del GAL. Incluso tangó una pasta al ya mítico Roldán, individuo al que luego vendió a la justicia por un millón de libras. Paesa es un bala rasa al que dieron por muerto en Bangkok tras un tiroteo aunque nunca se encontró su cadáver. Lo localizaron los de Método 3, pagados por la revista Interviú, vivito y coleando en París a sus 68 años, jubilado tras una carrera apoteósica y bien dispuesto a hacer declaraciones.

  Borreguero y Peribáñez, apellidos de agentes y detectives, constituyen el ejemplo sonoro de toda una recua de investigadores que no encontraron su lugar entre los inspectores de la policía o el CNI, o que habiéndolo hallado se les quedó enseguida pequeño de sueldo. Terminaron colocando micrófonos en los floreros de los restaurantes, que es una tarea aburrida en sí misma pero más lucrativa. Algunos de ellos, conscientes de la información que manejaban y del precio que podía tener si caía en las manos adecuadas, al llegar la crisis y ser despedidos de la empresa, pensaron en un principio montárselo por su cuenta y al final terminaron trapicheando con los dosieres. Al quedar fuera de control tan vasta información, en la que se incluyen conversaciones turbias entre empresarios, banqueros, políticos, famosos en general y demás huerta, todos espiándose entre ellos y sin pelos en la lengua, se decidió entrar a saco en su sede, requisar los ficheros y esposar a los directivos. El sistema no soportaba el goteo constante de miserias dañando la reputación de los jefes, por eso tuvieron que cerrar con presteza la nueva alcantarilla que se estaba abriendo en los medios de comunicación. ¿Cuántos archivos han escapado al control de la policía? Supongo que un montón. Ese montón, convenientemente repartido en fascículos, dará en su momento para muchas entregas, así que no me extraña que los políticos saquen a colación la paranoia. Hasta hace bien poco, las conspiraciones se extendían de arriba abajo y de forma piramidal, soportando los ciudadanos las maniobras secretas de los gobiernos y las corporaciones, pero ahora se dibujan también trasversalmente, al menos en los aledaños del poder y entre los propios jefes para desbancarse de las sillas.