Lo inmaterial
miércoles 12 de agosto de 2009
© Sergio Plou
Artículos 2009

    En las proximidades de la estrella HD 172.555, a cien años luz poco más o menos y en la Constelación del Pavo, se han metido dos planetas un horrible piñazo, fruto del cual se ha esparcido un buen fajo de obsidiana y lava por los alrededores. Según el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, gracias al telescopio espacial Spitzer, este acontecimiento que contemplan los científicos como si estuviese ocurriendo ahora, realmente pasó hace más de dos mil años. De alguna forma, este suceso astrofísico es contemporáneo a la creación de nuestro planeta y aproximadamente se produjo del mismo modo. Mientras ocurría este fenómeno en el espacio interestelar, la guardia civil detenía en Pamplona a un ciudadano húngaro bajo la acusación de haberse apropiado indebidamente de setenta mapas y cartografías de los siglos XVI y XVII, de incalculable valor histórico, para surtir su maravillosa colección personal. El ladrón de bibliotecas, apodo por el que es conocido en la interpol, había dado el palo en seis ciudades de la península, tenía previsto dar unos cuantos golpes en Lisboa, Oporto y Coimbra para después continuar su carrerón por Francia e Italia. Nunca se había visto nada parecido. A la vez que los atrónomos cartografían el universo, los coleccionistas de mapas roban los documentos más antiguos del planeta, entre los que se encuentran varios ptolomeos.
    La gente se sigue preguntando porqué mueren los futbolistas jóvenes de un infarto, y no en plena faena sino cuando descansan tan rícamente a la bartola. La peña se queda a bolos cuando le cuentan que un sujeto entró el pasado sábado en un locutorio de Conde de Aranda con un hacha en la mano y clamando venganza. La sociedad aragonesa en su conjunto no necesita en cambio que le expliquen las razones que ha barajado el Buró Internacional de las Capitales Culturales para considerar a la virgen del Pilar como patrimonio «inmaterial» español.
    Un asunto igualmente kafquiano es la continua protesta de los católicos militantes para que el gobierno no retire los crucifijos de los colegios públicos. Los fundamentalistas están convencidos de que las cosas son como a ellos les da la real gana y atreverse a llevarles la contraria supone echarles un gato a la cara. Hablan de persecución y de inquisición —al estilo de los políticos conservadores cuando se les acusa de meter mano en las arcas institucionales— pero se olvidan de que estos conceptos son creaciones de su propio ámbito. Les importa un rábano. Su arrogancia alcanza el éxtasis cuando sus bienes «inmateriales» se declaran patrimonio cultural, aunque ni siquiera den las gracias. A su juicio es lo normal e incluso lo lógico, quizá no se expliquen la tardanza. Para el resto, sin embargo, el mero hecho de ser tolerante con semejante mandanga es un harakiri contra el sentido común.
    Calificar la lluvia de Perseidas como lágrimas de san Lorenzo igual es una metáfora religiosa, pero existiendo la constelación del Pavo todavía no conozco ninguna dedicada al santo oscense, así que resulta evidente que algo entre nosotros no funciona. Al contrario, se multiplica y expande el papanatismo. Haciendo el caldo gordo a los creyentes la sociedad se torna cada día un poco más ignorante, retrógrada y xenófoba. Carecerá de ética, aunque favorece los rancios negocios especulativos.
    La Diputación General de Aragón, sin ir más lejos, ha cedido una parcela de tierra de siete mil metros cuadrados al Ministerio del Interior y salvo los protestones de siempre nadie ha dicho esta boca es mía. El terrenito está situado entre el aeropuerto y Plaza, cerca de la avenida Diagonal, donde se pretende edificar un centro de retención de extranjeros. Allí podrán ser recluídos cerca de doscientos inmigrantes, y ya se sabe que donde caben dos o tres pueden meter a seis o siete. Zaragoza es un centro neurálgico del cuadrante nororiental —según el gobierno— y está «perfectamente» comunicada por vía terrestre y aérea. Sólo nos falta una vía martítima, así que ya nos podemos ir olvidando no sólo del Canfranc sino también de la estación de cercanías de Goya. Ahora, está más claro que el agua, nos toca comernos el marrón de otra «cárcel» a las puertas de la capital.
    Seguro que lo comprendemos, ¿no? Es más raro que a cien años luz de distancia se vayan estrellando los planetas, o que haya gente tan extraña que se dedique a mangar mapas del año de la tana. ¡Con la cantidad de cosas que hay para robar! Lo lógico, por estos pagos, es que los crucifijos sigan presidiendo los plenos del consistorio y las aulas de los colegios estatales. En esta tierra, que la virgen sea patrimonio inmaterial de todos los españoles, aunque sean judíos o musulmanes, es un hecho científico. Tarde o temprano los que no sean católicos tendrán que ser por fuerza extranjeros, así que darán con sus huesos en un centro de repatriables. Por lo tanto habrá que ir pensando en construir uno. Menos mal que los médicos están avanzando mucho en los transplantes de cara. Con una jeta nueva, varias liposucciones y otro cerebro sólo me faltaría una boina para ser un sujeto normal, que el botijo ya lo tengo.

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