Mucho ruido y pocas nueces
miércoles 2 de julio de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Las noticias que llegan desde el centro del Imperio son poco halagüeñas. El dólar sigue bajando y en su caída pone el petróleo por las nubes. Los países productores no saben ya qué hacer para que nos resulte más económica la gasolina a los europeos, así que tarde o temprano cambiarán de patrón y pagaremos la factura con nuestra propia divisa. Creo que no nos interesa, pero es cuestión de tiempo. La guerra soterrada entre las empresas de Estados Unidos y las de Europa por ahora la va ganando China. Los norteamericanos observan que su nuevo líder, Barack Obama, paga las deudas de Hilaria —a la que colocará de vicepresidenta si gana las elecciones— mientras saca lustre a sus innovadoras ideas. Un día se coloca del lado de la Asociación del Rifle, titubea después cuando le preguntan sobre Irak e incluso aplaude las medidas de Bush a favor de las organizaciones de caridad cristiana. El revolucionario Obama, a medida que se acerca la batalla electoral, va descafeinando sus propuestas para engañar al voto facha y alcanzar la Casa Blanca. Nunca se sabe, sin embargo, a quién engañan los políticos cuando hablan. Su discurso se torna rompedor si lo requiere las circunstancias pero también se endurece si vienen mal dadas. Las palabras se las lleva el viento y la estrategia está por encima de las ideas políticas. La única idea que cruza por sus cerebros es la de chupar del bote a cualquier precio.
    La ingenuidad del sistema democrático garantiza que cada cuatro años podemos cambiar de abeja reina, pero según se escribe la historia de la colmena humana resulta casi imposible organizar a los zánganos de otra manera en el panal. Como en la obra de Shakespeare, al final comprendemos siempre que hay mucho ruido y pocas nueces, entre tanto nos hemos tragado la broma hasta el garganchón. Por mucho que los irlandeses hayan votado contra el Tratado de Lisboa, la construcción de la Europa mercantil no tiene marcha atrás. Las multinacionales no pierden comba y parapetadas tras los estados atan en corto a la ciudadanía. La crisis del dólar, la guerra petrolera de Irak y el robo del mercado de la heroína en Afganistán, mantienen la agónica hegemonía de las empresas occidentales en el mundo. Todo vale si aguanta el tingladillo unos años más. Se nota incluso en las decrépitas centrales de Ascó y Vandellós, cuyas averías no sólo demuestran la inseguridad en que vivimos sino que nos ponen al borde de un gran apagón.
    La energía nuclear apenas soporta el 20% del consumo eléctrico español. Aunque nos hagan creer que lo atómico resulta imprescindible, entre las renovables y la eólica aportan el mismo porcentaje. Cuatro de los ocho reactores atómicos han registrado en las últimas horas serios percances. Iberdrola y Endesa, sus propietarias, invierten lo justo para mantenerlas operativas Con una central parada y otra funcionando a medias, en pleno bochorno estival y con los aires acondicionados a toda pastilla, el país corre un riesgo grave de no poder cubrir la demanda. Y eso que acaba de subir el recibo de la luz. Ahora que los ricos se aprietan el cinturón y que incluso el príncipe de Gales utiliza un descapotable cuyo depósito de gasolina se alimenta de vino y queso, sería el momento idóneo de cerrar las nucleares e invertir en otras modalidades energéticas. No lo verán nuestros ojos, pero es lo más conveniente. En una comunidad autónoma como la nuestra, donde han caído cinco mil rayos del cielo en un par de días, tendríamos que saber aprovechar semejante aparato eléctrico en nuestro beneficio. En su lugar, preferimos hipotecar nuestro presupuesto durante décadas montando efímeros negocios como el de la Expo, en cuyo recinto se atienden un centenar de lipotimias cada jornada. Con el chistoso ánimo de solventar las bajadas de tensión de sus visitantes, los jefes del evento acaban de fundirse cuatrocientos mil euros en sombrillas y toldos. Y viendo que, aun con todo, seguimos yendo a matar el verano en las interminables colas que se arman frente a las atracciones, han dispuesto que no se vendan ya los bonos de tres días —con o sin telecabina—, porque prefieren que paguemos la entrada completa, que sale más cara. Lo último que se les ha ocurrido es traer a los futbolistas que ganaron la eurocopa para que la paseen por el meandro de Ranillas. No sabía que el balompié fuera sostenible o tuviera algo que ver con la ecología, pero es que los publicistas se ocupan tan sólo de hacer mucho ruido. Las nueces, como siempre, hay que buscarlas con lupa.

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