Pandemias
miércoles 19 de agosto de 2009
© Sergio Plou
Artículos 2009

    Parece ser que los asmáticos tendrán prioridad para vacunarse contra la gripe A pero nadie dice nada todavía sobre cómo sobrevivir al verano. Por las mañanas, la jetas de la peña son cuadros abstractos y no se prepara ninguna vacuna contra el cambio climático, tanto da que suframos 26º a las dos de la madrugada como 40º a las tres de la tarde. Estaremos en las mismas hasta el domingo —entonces igual podremos respirar— pero yo no me lo creo. Se han inventado tejidos especiales que refractan la luz y vuelven invisible al que los lleva, telas que refrescan los cuerpos e incluso textiles que retienen el sudor, lo convierten en agua potable y almacenan el líquido en una cantimplora anexa, sin embargo, fuera del ámbito militar no se comercializan estos productos y apenas se avanza un ápice contra el calor que sufren los civiles.
    Cefaleas, mareos, vómitos, pesadillas y mala leche, golpean a los sujetos a diario mientras revientan las tuberías, sobre todo en Zaragoza. Primero fue en la Gran Vía, ahora en Fernando el Católico, y se hacen apuestas sobre si llegarán las explosiones hasta Valdespartera o simplemente se trata de una premonición respecto a las obras que irán cayendo encima de nuestro buen juicio hasta que llegue Exponabo, allá por 2014. Porque, bajo la excusa de abrir zanjas en el centro para dar paso al tranvía, se están levantando también las intersecciones. Se volatilizan las medianas, las isletas de verdín, los setos y los almendros para dar cuartelillo al asfalto desde Tenor Fleta pasando por la avenida de Goya hasta Anselmo Clavé. A la insufrible chicharrina tenemos que añadir la contaminación acústica: excavadoras, martillos neumáticos y camiones. Da gusto vivir a orillas del Ebro, pero se echa en falta una vacuna contra el calor, el polvo de la obras y el ruido que genera tanto despropósito.
    Más allá del terruño, la escritora Lucía Etxebarría acaba de soltar en una entrevista que Kurt Cobain —el cantante de Nirvana— era un maltratador y un gilipollas, y que va siendo hora de desmitificar a los roqueros, que se follan a cualquier jovencita cuando les viene en gana. Particularmente no creo que sea un mal que afecte en exclusiva a los músicos de guitarra eléctrica, basta con ser famoso para funcionar por el mundo como si tuvieras derecho de pernada. Así que va siendo hora también de que inventen una vacuna contra la admiración, porque nubla el cerebro.
    En verano, el famoseo se convierte en la sal de las revistas. Los papeles vienen sembrados de sandeces que narran la vida ajena como si fuera la de un gladiador en Afganistán. Cualquier conocidillo, aunque deba su popularidad a estúpidos programas de televisión —los que se dedican, precisamente, a contar las miserias de sujetos idénticos a ellos— se levantan sueldos mareantes y siempre tienen sobre la colcha una grupi haciéndoles la ola. Así que no es el oficio sino el carácter de los individuos lo que genera maltratadores y gilipollas. Léase, por ejemplo, a Sánchez Dragó, que es todo un clásico entre los viejos verdes. Si sus «conquistas» hubieran recibido una vacuna contra la arrogancia de este hombre ahora nos parecería este sujeto aún más simple de lo que ya es, de modo que habrá que echarles la culpa a los científicos, que no tienen imaginación.
    La señora Cospedal, sin ir más lejos, nos resultaría menos ridícula si la hubiesen vacunado antes contra el liderazgo masculino. El mero hecho de trabajar en política no la obliga a ser una vulgar contratada ni tampoco a carecer de una personalidad propia. Continúa afirmando que la espían, aunque no puntualiza dónde, cómo, ni tampoco quién. Y mucho menos la causa. Se limita a seguir el guión que marca su jefe con la esperanza de tener algún día la posibilidad de fijarse un destino profesional. No percibe ningún maltrato psicológico, ni siquiera cuestiona si la estarán utilizando. Su conducta no difiere mucho de la que mantiene una animadora con su equipo de fútbol y eso que el único premio consiste en guardar su silla bajo el culo. Hay muchos virus sueltos por el mundo y podría vacunarse a la gente contra muchas cosas, no sólo contra la gripe A.
    La SGAE, la «sociedad general de intermediarios de algunos autores», sigue dando la brasa a la alcaldía de Fuente Obejuna (Córdoba) para que afloje el diez por ciento de la taquilla — treinta y dos mil euros — que son los que lleva recaudados el ayuntamiento por realizar cinco funciones de la pieza de Lope de Vega. Estamos hablando de la mítica Fuenteovejuna, una obra escrita en 1610 y ahora adaptada para los vecinos de aquella localidad por Fernando Rojas, un director de escena que ha renunciado a los derechos de su versión. Esta sociedad, bajo el pretexto de defender a los creadores, maniobra igual que una sanguijuela y le importa un bledo que estés asociado con ella, que le niegues la palabra o que pases de todo, quiere sacar su tajada para que sigan chupando del bote un montón de tecnócratas. Estos parásitos que en su magnífica existencia no han compuesto una nota ni escrito un solo relato, defienden a mordiscos lo que hacen los demás con el único propósito de arañar su porcentaje. ¿Por qué no fabrican una vacuna contra estos individuos?
    Ahora que un barco dará la vuelta al planeta propulsado por energía solar y que las ratas inundan los archipiélagos españoles, Karadzic, el genocida serbio que se llevó por delante a más de cien mil personas en la Guerra de los Balcanes, se siente muy orgulloso de haber matado a tanta gente, ¿cuándo vacunarán a los patriotas contra el sadismo? La estupidez humana llega a tal extremo que los gobernantes de Azerbaiyán investigan a los ciudadanos que se atrevieron a votar a favor de Armenia—su país vecino y enemigo desde antaño— pero no en algo tan serio como podrían ser unas elecciones sino por el Festival de Eurovisión. Desconozco si en Azerbaiyán estarán pasando también una ola de calor demoniaca, pero si basta una canción para ser traidor en su tierra lo mismo están pidiendo a gritos que los vacunen contra la xenofobia y la paranoia, a ver si de esta manera les entra el buen juicio y el sentido común.

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