Pasadito por agua
Crónicas
© Sergio Plou
domingo 20 de enero de 2008

   No funcionó. Tampoco pierdo la esperanza. En cualquier caso me alegré de no ser el único insolidario. Tuve que salir del baño turco echando pestes cuando un desgraciado, con el moquillo colgando, se puso a estornudar sin escrúpulos. Esperaba el pobre tal vez la coletilla tonta de un Jesús, o el más laico deseo de salud para ese catarro delictivo que iba arrojando en medio de un vapor enorme, un smog londinense, que impedía fotografiar no sólo el careto del griposo sino cualquier cuerpo, cualquier baldosín, cualquier cosa que no estuviera a diez centímetros de mis ojos. Sin embargo me sentó de perlas el balneario. Los chorros a presión descontracturaron mis vértebras y masajearon a conciencia los manguitos de los rotadores de mi hombro izquierdo. La sauna seca, aunque era imposible sentar el culo en las tablas sin recibir un quemazo y estar más de tres minutos en aquella olla te dejaba el cerebro igual que un huevo frito, me obsequió una paz y una tranquilidad difusa pero muy benevolente. En el yacusi me hubiera quedado a vivir si no fuera por otros cinco sujetos dispuestos a hacer lo mismo. Para ser sábado, el Pepe Garcés, allá en el canal, a las puertas de Torrero, no estaba hasta las trancas. Por la "módica" cantidad de cuarenta y dos euracos puedes adquirir un bono de cinco chapuzones y abandonar tus huesos a remojo en agua calentita. Otros centros públicos, como el Palafox, tendrían que meter más calor al establecimiento para que yo acudiera allí con las mismas ganas. Las termas son el antídoto perfecto contra el estrés y la ansiedad. La mente se pierde en gozar como hacen los niños y sin necesidad de dar la tabarra. Aparcar por un instante los presupuestos de la nueva publicación que llevo entre manos, sentir cómo las yemas de los dedos se acartonan a la vez que se limpian de impurezas los pulmones, es un placer sutil que iguala y convierte a todos los usuarios en patricios de la Cesaraugusta romana. Tuve después la oportunidad de ver la película "Buenas noches y buena suerte" en versión original, lo que no es mal colofón para una tarde acuosa. El macarthismo yanqui de los años cincuenta, la caza de brujas organizada por la intransigencia más ignorante de la América profunda, no sólo se cebó en el periodismo sino también en la cinematografía. Fueron años duros para las libertades cívicas. Y ahora que el cine, la televisión y las publicaciones se muestran a todo color, tener la oportunidad de ver una película rodada a blanco y negro es un deleite para los sentidos. Así se multiplica la fuerza y el dramatismo de una época y se engrandece de paso la pugna de los profesionales de la CBS frente a la maquinaria del integrismo. Evidentemente no es una cinta dirigida al gran público, es decir, al entretenimiento sin más ni más, por lo que al espectador sin pretensiones intelectuales le puede resultar un rollo patatero. Que George Clooney, además, decidiera soltar sus dólares en producir un largometraje de estas características, habrá dejado a sus fans con la boca abierta. Los currículos de las personas no sólo se miden por los grandes éxitos de taquilla, hay otros triunfos - mucho más personales - que gratifican el paso por la vida. La sonoridad de los aciertos, generalmente, no está en consonancia con el dinero que entra en la saca.

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