¿Pero hay frikis en el PP?
viernes 7 de agosto de 2009
© Sergio Plou
Artículos 2009

    Las asociaciones judiciales están hasta el gorro de que los políticos del partido popular se hagan los frikis. Si hay algo inversamente proporcional al carácter conspiranóico es la mentalidad retrógrada. Ser facha y dártelas de antisistema es parecido a ejercer como segureta y militar en la CNT, no pega bien una cosa con la otra. Contradicciones de tal envergadura son difíciles defender en público, salvo las cásicas razones de peso —como sacar adelante una familia— lo más frecuente es caer en el ridículo o la incredulidad. La diferencia entre la demogagia y la democracia depende de la utilidad que presten las instituciones a unos determinados intereses, no sólo de cómo se utilicen las palabras.
    Si los jueces abren sumarios a mansalva es porque existen denuncias sobre las actividades ilícitas de ciertas gentes, o porque hay evidencias de hechos delictivos que obligan a la policía a investigar. Hasta que se demuestra la culpabilidad de una persona es obvio que tiene derecho a ser tratada como inocente, faltaría más. Otra cosa es que cause sonrojo su conducta o que se menoscabe su derecho al honor.
    Los conservadores podrían afirmar estos principios en rueda de prensa, sin embargo caen en la demagogia porque no encuentran un camino más rentable. Actúan igual que los entrenadores cuando pierden un partido de fútbol, sueltan tonterías o se quejan del árbitro, y no me extraña que las asociaciones judiciales se den por aludidas y califiquen esta actitud con el apelativo de calentón. A mí me parece una expresión inapropiada, porque llegará un momento en que el gesto de colocar un micrófono delante de un político será igual que abandonar un abuelo junto a la estufa, siempre se correrá el riesgo de un calentón.
    Las gentes con tendencia a calentarse enseguida dicen que no les vayas provocando, que una vez que empiezan no saben echar el freno. Como si carecieran del mínimo control sobre sus esfínteres o no pudieran resistir la tentación de entrar en barrena, se abandonan a cualquier impulso sin medir las consecuencias de sus actos y, para colmo, intentan culpar a los presentes de verse abocados a maniobrar así. No es el caso. La opinión de los líderes del PP, cuando dicen que están siendo perseguidos y que les pinchan los teléfonos, tampoco es una versión conspirativa de la vida política. Es una burda estrategia torticera y un recurso mendaz —al mismo tiempo erróneo y mentiroso—, una triste patochada. Cuando alguien te persigue de veras actúas de forma muy distinta, no convocas a la prensa para darle la vuelta al calcetín soltando cuatro sandeces. Al contrario, te preocupas mucho de resultar creíble. Si falta sentido común y, lo que es más importante, pruebas de lo que se dice, maniobrar de esta manera puede resultar muy contraproducente. Un partido que persigue llegar al poder no tendría que emplear argumentos reduccionistas, so pena de que algún día le salga el mismo grano en el culo cuando gobierne.¿Acaso está agotando sus últimos cartuchos o trata desesperadamente de cambiar el foco de atención?
    La vieja herramienta de poner en marcha el ventilador y que llueva caca por todas partes se ha demostrado eficaz en las convocatorias electorales y en las últimas encuestas apenas separan unas décimas a los socialistas de los conservadores. Corruptelas y mangancias causan poco daño a los votantes del PP, mientras que el resto de la ciudadanía huye de las urnas completamente desengañados. Que en pleno verano siga el follón de la política y los juicios en primera plana de los periódicos y en los telediarios, supone que hemos vuelto una vez más al guirigay de la miseria colectiva como válvula de escape. Los conservadores están convencidos de que a fuerza de nadar en mierda la vamos a aborrecer y que pagando justos por pecadores lo tendrán más fácil. Ahora que se vale recibir regalitos pueden llevar la cabeza alta y envalentonarse además, así que va para largo.

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