Vivir peor y vivir mal
miércoles 30 de noviembre de 2011
Sergio Plou

  Mariano ha enmudecido de repente. El mero hecho de acariciar la poltrona tiene efectos ansiolíticos y no dice esta boca es mía, así que no le queda otro remedio a la peña que fijarse en lo que hablan sus semejantes, la derecha autonómica representada por Convergencia i Unió. Los nacionalistas catalanes más conservadores no se diferencian gran cosa de los castellanos, a los que se apoda de españolistas, sobre todo a la hora de meter en vereda a la población. Unos y otros se rigen por destinos iguales, saben lo que tienen que hacer (están poseídos) y lo llevan a cabo de una manera contumaz (rara vez se andan con tonterías). Aparcando matices suelen entenderse en un idioma universal: el dinero. Aplican las medidas de austeridad siguiendo al pie de la letra el manual de los recortes del Fondo Monetario y si es preciso repartir mandobles aporrean al personal. Tienen mal perder y discuten poco porque no admiten las discrepancias. Este modo de hacer es el que se atribuye a Mariano y a sus huestes, de modo que traducimos los silencios del nuevo jefe atendiendo a las maniobras de Artur Mas, que resulta bastante explícito.

  Un tal Ruíz, consejero de salud del honorable —los políticos catalanes que llegan a jefes de la Generalitat reciben dicho calificativo a modo de título, rebajando así la cualidad por la que tendría que regirse el gremio a una simple categoría—, está muy decidido a instaurar su «sistema de pólizas» en consultorios y hospitales para imponer cuotas a partir de un nivel de rentas, escala de seguros que todavía no se digna a desentrañar. A juicio de Ruíz, que ya está tratando con una mutua en concreto, y cuyas obsesiones e intereses le empujan con inusitada frecuencia a la temeridad, semejante bicoca tendría que implantarse en toda España.

   Hasta ahora nos dábamos el lujo de contemplar cualquier serie nortemericana que tratase de médicos bajo el orgullo de sentirnos europeos, pero instalando seguros privados en la sanidad pública perderíamos una de esas escasas satisfacciones que reporta el vivir donde nacemos. Para Ruíz, sujeto pagado de sí mismo y con aguda tendencia a construir alegorías, «vivir peor no es lo mismo que vivir mal», depende del nivel de vida que disfrute cada uno. El propio Ruíz se levanta ciento diez mil euros anuales por ser consejero de la Generalitat, bonita cifra a la que hay que añadir dietas y pluses. En la actualidad, y para dar ejemplo, las jerarquías políticas de Cataluña no cobran la extraordinaria navideña. Aunque nadie sabe con exactitud —regalitos aparte— a cuánto ascendía, se tiene constancia del monto total: alrededor de un millón y medio de euros, que no es un mal ahorro. Este recorte tan particular presagiaba una tendencia a meter las tijeras en sueldos ajenos, empezando por el personal sanitario y haciendo después comparaciones semánticas. La diferencia entre vivir peor y vivir mal, para que apenas se note, necesita poner el listón muy alto. A medida que te aproximas a las rentas más bajas, cualquier distancia entre lo malo y lo peor suele dejarte a la intemperie.

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