El arzobispo lo pasó en grande ayer inaugurando la nueva iluminación del Pilar, que ha costado la friolera de dieciseis millones de euros. Sólo Dios, la CAI y el alcalde saben de dónde ha salido semejante fajo de billetes pero a estas alturas de despilfarro a nadie le interesa hurgar en ninguna herida. El gran chamán del reino cantó loas a la estatuilla de la Virgen encolumnada hasta el extremo de quedarse afónico en mitad del cierzo que azotaba la ribera y el alcalde ni se inmutó, no en vano es el primero en asistir a las procesiones del Corpus con la banda roja colgando del pecho y empuñando muy contento el bastón de mando. Si le puso los pelos de punta oír la sandez de que si tenemos la Expo es gracias a la intercesión mariana, no fue por un ataque de laicismo sino seguramente por la rasca del demonio que se levantó a esas horas en Zaragoza. Los «gota-taxis» y el tren chuchú del parque metropolitano, a mitad de camino entre lo naif y lo hortera, pusieron la nota ingenua mientras llegaban al embarcadero, donde aguardan ya las primeras barcazas de un Ebro meganavegable transitado por las zodiac de la Guardia Civil. Más allá de la Fase Crítica nos devora ahora la «Operación Centinela Aragonés», que suena requeté y carlista, pero que encubre la vigilancia del ejército por tierra, aire y río que, a falta de mar, viene ancho. Los generales jamás tuvieron ojo a la hora de bautizar despliegues pero esta vez se han lucido. Ayer también se estrenó otro tren, el de cercanías entre Miraflores y Casetas, lo que le da un tono chic a la ciudad. Ya se puede vivir en los pueblos dormitorio de Ebrópolis y presentarse en la subestación del Portillo, donde hay que esquivar sacas, hormigoneras y montones de tierra revuelta, para coger un autobús y largarse a la oficina. Si no entras a trabajar a las ocho, todavía no conviene usar el cercanías de madrugada, entre otras causas porque el primero de la mañana no saldrá hasta las siete. Así es la vida en el otro mundo: suave y sin prisa. Y sin cóctel, porque a la arquitecta iraquí, Zaha Hadid, la que diseñó el pabellón puente, le han negado una farra en la Aljafería para celebrarlo. Mientras la península entera contempla las estanterías menguantes de los supermercados, en la Expo, según los jefes, el tiempo se ha detenido. No sólo «otro mundo es posible» —parodiando a los antiglobalización— sino que, si hay otro mundo de verdad, se encuentra seguro en el recinto de Ranillas. Allí todo está okey, incluso reina el «Flower Power» hasta el punto de que el alcalde se ha fundido más de medio millón de euracos en renovar los cascos y chaquetones de los bomberos, que es una manera muy fina de reventar sus reivindicaciones. El nuevo casco es un modelo único y pionero, fabricado en kevlar y fibra continua, cuya mayor cualidad estriba en alejar a los niños de cualquier vocación altruísta, pues la máscara de Hannibal Lecter, a su lado, produce risa. Gracias a este simpático detalle laboral y a la imposibilidad de encontrar recambios en caso de rotura o deterioro, los bomberos se comerán durante la Expo las horas extraordinarias que sea menester. En caso de que el fuego llegue hasta el Otro Mundo, es decir, hasta el Magno Evento, les bastará a los bomberos con seguir la estela luminosa de tres kilómetros de guirnaldas que el consistorio ha clavado a orillas del río, otro prodigio de economía, desarrollo y sostenibilidad eléctrica. Lo más ecológico son los 45 urinarios hidrostáticos que han instalado allí, y lo más socorrido, aunque no lo más novedoso, serán los inquietantes nebulizadores de los tornos, donde fumigarán de llovizna al personal para que no le suba la fiebre haciendo cola a la entrada. Sin embargo, las obras de la Expo no acabarán hasta dentro de un mes. Los jefes denominan a este gracioso retraso como «los remates». Losas rotas o tendentes al baile, goteras fabulosas, descorchones en cemento rojo y últimos detalles en chapa y pintura continuarán hasta mediados de julio. Seguirá trabajándose por la noche, al cierre de la Expo, mientras los pabellones de varios países continúan en obras. Cuatro de ellos ni siquiera han comenzado, así que conviene decir a las visitas que no vengan hasta agosto. Entonces Zaragoza será Ebrópolis y el Otro Mundo estará presentable. Aunque en un mes y pico haya que echar el cierre. |