Hi, Scotland!
sábado 6 de septiembre de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    La única manera que conozco de romper el miedo es verme abordo de un avión que despega de la península y sobrevuela el continente europeo hasta llegar a Edimburgo. Escocia es el país de Conan Doyle, Walter Scott, Robert Louis Stevenson e Irvine Welsh —autor de «Trainspotting»—, grandes narradores, salvando las diferencias entre cada uno de ellos, me vienen a la cabeza mientras me veo atado a una butaca cruzando el Canal de la Mancha. No hay nada como acercarse a los fantasmas para superar la ansiedad que hace sudar mis manos. La mejor forma de recuperar la compostura es caer en la tentación, sumergirse entre las nubes y contemplarse ya en el destino. Escribo esta carta de saludo a una tierra misteriosa mucho antes de partir, confiando así en que me reciba con los brazos abiertos y una sonrisa irónica. Me veo llegando a Loch Lomond, cruzando en ferry desde Oban hasta Tobermory, en la isla de Mull, y atravesando de punta a punta el Lago Ness desde Fort William hasta Inverness.
    Todo parece más sencillo cuando tienes el poder de imaginarlo, con la ventaja añadida de que una vez allí la realidad supera a la ficción. Siempre lo hace, por muy desagradable que resulte. La vida rara vez es como pensabas, pero conviene darle vueltas a la mollera para que después pueda sorprenderte. Es bueno tener un plan. Los planes se rompen constantemente, pero si no existen acaban por crearse ellos solos y son muy capaces de amargarte la existencia.
    Los viajes, hasta los más próximos en la distancia, son una aventura y como tal nos hacen sentir más vivos de lo que creemos estar durante las rutinas diarias. Viajando, la mayor simpleza se nos antoja una novedad, así que es interesante moverse. En movimiento, como afirmaba Einstein, el tiempo avanza más despacio, sólo depende de la velocidad que lleguemos a alcanzar para que nuestros relojes caminen más lentamente. A mí me gusta ir andando a los sitios y aunque apenas consiga rejuvenecer unas milésimas de segundo suelo practicar el viejo y noble deporte del paseo con frecuencia, tal vez esa sea la causa de que volar me parezca tan impresionante como peligroso, pero se gana tiempo aunque se corran riesgos.
    Confío que encontraré unos minutos para seguir escribiendo crónicas, todavía soy incapaz de asegurarlo. Espero también que en mi ausencia no se precipiten los acontecimientos, aunque no sé por qué tengo esa extraña impresión. Quizá sea el propio lugar a donde me desplazo esta vez, tan impregnado de magia. Quizá los ciclos de la Historia se repitan cada vez más deprisa. Quizá me estoy dejando llevar por la inquietud que los viajes guardan en el mismo fondo de la maleta. En cualquier caso ya tengo ganas de untar mi mano en la humedad de la hierba y decir «Hi, Scotland! ¿How are you?»

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