Luisa Fernanda nos quiere gobernar
... y no le sigo, no le sigo la corriente             
martes 21 de junio de 2011
Sergio Plou
Artículos 2011

   Biel —el mandamás del PAR— acaba de triunfar entre sus amistades haciéndose con la presidencia de la cámara aragonesa. No sólo le han votado los diputados del PP sino también los del PSOE, y una de sus declaraciones en los medios convencionales de comunicación ha versado sobre «el parlamento, esencia de la política y la democracia». Bajo una tesis tan poco conmovedora, dado que el perfume ha dejado su rastro durante años, intentó este señor ser más explícito elaborando una síntesis para cocinar los pactos, llegando a la triste conclusión de que ahora «necesita calor, tiempo y lugares discretos». El resultado de su sofisma pone los pelos como escarpias pero dice mucho de cómo es el individuo, el partido que dirige y el futuro que nos aguarda.

  Lamento contradecir a este hombre pero el parlamento no es la esencia de la política ni de la democracia. Ya sé que al sistema le encanta la desodorización, los perfumes y los ambientadores, una buena rociada con el espray o un pino colgante enmascaran el auténtico olor que desprenden esos lugares tan discretos donde se cocinan medidas que nadie pide, esos recortes que ni siquiera los políticos se atrevieron a dibujar en sus programas antes de las elecciones. La soberanía, como consta en la Constitución —una carta magna que yo no voté, igual que cualquiera menor de cincuenta años, pero que tal vez este diputado asuma como propia— reside en el pueblo. El pueblo, ese ente amorfo y molesto que rodea las vallas cuando pasan los diputados en su coche oficial, no emite cheques en blanco cada cuatro años en forma de voto sino que exige de sus empleados y sirvientes (léase políticos) que les representen. No que se arroguen la representación. No dudamos que han sido elegidos en unos comicios, sino que dudamos de su representatividad. No nos representan porque no les da la gana y esta situación es tan grave que genera alarma social. Es así de simple.




Zaragoza 21 de junio
frente al Palacio de la Aljafería, sede de las Cortes de Aragón.

  Prefieren hacer de su capa un sayo antes que escuchar nuestras demandas y maniobrar en consecuencia. No son diputados para maltratar a la sociedad, sino para satisfacerla. Sus actas no son un comodín que sirve para enriquecerse, ni para favorecer que las multinacionales y los banqueros se forren a nuestras expensas. Sólo un 0,2% de la población, a quienes ustedes denominan los mercados, les exige exactamente lo que están haciendo. Por esa lamentable razón gritamos al viento que no nos representan. Y lo afirmamos después de unas elecciones porque no han tardado ni un segundo en dejar claro el camino que van a seguir. Lejos de cambiar su actitud, observamos que persisten e incluso se jactan de ella, de ahí que la ciudadanía tenga el agudo sentimiento de estar siendo estafada.

  Los políticos no tienen costumbre de que los votantes muestren soluciones, prefieren escuchar al poder económico y cuestionar a la gente, circunstancia que les aleja cada día del conjunto de la sociedad. La población quiere que garanticen la sanidad pública, la educación y el empleo de una forma urgente, no que recorten lo que nos ha costado décadas conseguir. La próxima elección de doña Luisa Fernanda como presidenta de Aragón, visto lo que ya ocurre en otras autonomías de su mismo partido, no se presume benéfica sino que ahonda en la misma situación y complica aún más el panorama. Que el PSOE y el PP hayan apostado a favor de Biel, indica que los tres partidos más votados de la cámara están de acuerdo en lo esencial, que deben fundirse una pasta gansa en ambientadores para evitar el tufo a cadáver que desprenden las instituciones aragonesas.

  Se puede decir más alto, pero desconozco si cabe la posibilidad de afirmarlo con mayor nitidez. Los políticos deben resolver el problema económico de otra manera y no lo hacen. Son ellos los que deben cuestionarse su representatividad y confesar por una vez que la sociedad no se ha vuelto loca de repente, sino que es la víctima clara, la que sufre cuando le hacen luz de gas. Seguir tensando la cuerda entre la democracia representativa y la real, la que emana de la propia soberanía que la Constitución ampara, supone para la casta política y financiera continuar su propio camino pisoteando sin contemplaciones la línea roja más básica del sistema de libertades: el beneficio de la mayoría en contra de los privilegios de una minoría acaudalada y sin escrúpulos. Ustedes, señores políticos, han de elegir cuál es su sitio y actuar en consecuencia. Olviden las palabras, las porras y las vallas, queremos hechos. Y si no los hay olvídense ya de sus sueldos, coches y chalés, olvídense de sus privilegios y sus lugares discretos, porque a cada golpe que nos asestan, a cada recorte que realizan, a cada privatización que firman están cavando la fosa de esa democracia que dicen representar. No habrá nada que justifique su presencia ni el dinero que nos cuestan, no habrá nada que gestionar para la ciudadanía, salvo la policía o el ejército, y llegados a ese extremo todo dará igual.

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