Mientras los jefes hacen el canelo en el parlamento, el honorable señor Mas —¿cuyo título presupone su honor?—, como presidente de la Generalitat de Cataluña se ha caído del guindo con unas soberbias declaraciones que no pueden ser ya más indignantes. A su triste juicio, para privatizar los servicios públicos hay que ponérselo fácil a la iniciativa empresarial. Y cuando escribo «servicios públicos» me refiero al lote completo, exceptuando «la policía y las cárceles». Suena a noticia de «El Mundo Today», pero es exactamente lo que ha dicho este fulano. No se me ocurre otra expresión más acorde con las características del personaje que llamarlo fulano, el resto —con la chicharrina que pega— se reduce a palabras malsonantes. Hablando en tono socarrón, me pregunto por qué las cárceles y la policía representan una salvedad en su voluntad roedora, máxime cuando en los Estados Unidos, icono del desastre económico y financiero, ni siquiera respetan al ejército. Hace años que las cárceles están allí en manos de una mafia que, en connivencia con algunos jueces, va enrejando menores de edad con escasos recursos para que el estado benefactor vaya abonando las facturas de su paso por las prisiones. La policía también está mermada por cuerpos de escolta y vigilancia privadas, y el ejército está sembrado de negras compañías mercenarias, las cuales actúan a sus anchas por Irak, Afganistán o Libia. Así que no entiendo al honorable señor Mas cuando dice que cabe vender todo salvo la policía y las cárceles. A lo peor es que tiene apalabrado el asunto y el resto todavía está en negociaciones. Vaya usted a saber.
Siguiendo su propio monólogo, como si el sujeto improvisara y de repente se acordase de algo fundamental —su sueldo, por citar un ejemplo— acabará asegurando que en esta saca pública el Estado únicamente se ocuparía de controlar a los mercados y de cobrar los impuestos. Ya tenemos constancia de que los mercados son precisamente los que controlan a los políticos, y no al revés, así que lo mismo acaban las empresas cobrándonos los aranceles de una forma directa. Todo es posible y me creo cualquier cosa.
Nuestro campeón del recorte, y al mismo tiempo lider local del capitalismo salvaje, desgranó su retahíla de despropositos ante un auditorio entregado, alrededor de medio millar de menganos comprometidos con la causa de repartirse el pastel y en su mayoría jefes de la economía catalana y políticos adyacentes, a los que arengó sobre la necesidad de mantener a la Justicia dentro de las instituciones públicas... Cuando desbordas las expectativas resulta hilarante echar el freno de mano pero igual se lo cuestionaban también, ¿por qué no? Si no se paga a los abogados de oficio, es normal que quepan dudas sobre el resto de la estructura judicial. Sería brillante que los jueces lucieran en sus togas una pegatina del «esponsor», igual que diputados y alcaldes, de este modo seríamos más conscientes de quién tiene la sartén por el mango. Y ya puestos, podrían desaparecer los partidos y ser sustituidos por las entidades financieras o las multinacionales. Votar a la GM o a Nokia, a Bayer, a Boeing, a Microsoft... Al BBVA o al Banco de Santander. Igual estaba todo más claro.
Dentro del terreno de la transparencia, y en su versión más cristalina, supongo que ya se habrán enterado de la última... Parece ser que los partidos políticos aragoneses están teniendo ciertas dificultades para colocar a sus amiguetes en puestos de confianza, de modo que no tendrán más remedio que prescindir de unos cuantos. Estos prendas, gente que sabe demasiado y tiene carpetas llenas de pufos y fiascos, no pueden acabar en el paro mondo y lirondo como si nada, así que los jefes se han puesto de acuerdo en las Cortes de Aragón para darles cierto amparo. Con este fin se han inventado la denominada «indemnización por cesantía» que, durante un año y medio, les permitirá cobrar casi tres mil euracos al mes —por cada año que ejercieron— a costa del instituto de empleo. Comprenderán que a esta sinecura puede agarrarse cualquiera de los exdiputados, sea cual fuese su signo político, porque todos estuvieron de acuerdo. Afecta a nueve personas concretas y se ha destinado una partida presupuestaria para cubrir el dispendio. Se firmó el pasado día 7 y hasta ayer no salió a la luz porque quedaba feo. Total sólo son nueve, ¿no? Y esta sensibilidad que manifiestan sus señorías por los de su propia casta, ¿no podrían extenderla al conjunto de la sociedad? Tan sólo se trata de una pregunta, no vayan ustedes a molestarse. Ya sabemos que la democracia son ustedes y que los demás pintamos lo mismo que una caca pinchada en un palo. Más o menos es lo que soltó ayer el presidente del Congreso, el beatífico señor Bono —similar a nuestro alcalde zaragozano— afirmando que PP y PSOE, los partidos mayoritarios, tendrían que ponerse de acuerdo en muchas cosas, porque es más lo que les acerca que lo que les separa. El resto, a fin de cuentas, no son nadie. Simples minorías. Desechables. |