Como todos los años, desde que al Gobierno se le ocurrió jugar con nuestros relojes, llega el sábado y nos devuelven la hora que nos robaron. Por decreto ley, a las tres serán las dos. Quieras o no, el Gobierno nos montará en una máquina temporal de mentira obligándonos a regresar al pasado. Lo ocurrido entre las 2 y las 2.59 se cuenta entre comillas o asteriscos, porque extrañamente se repiten los minutos pero las acciones que transcurren durante este intervalo no son las mismas. Además, a nuestro cuerpo le importa un rábano que el Gobierno cambie la hora, de modo que tenemos un problema. Que sea grave o lo podamos superar dependerá de nuestra adaptación al espacio-tiempo del Gobierno. En cualquier caso no estamos obligados a repetir lo que hicimos a las 2, que sería lo ideal para que el viaje fuese una simulación perfecta, lo más parecido a rebobinar una cinta hasta el corte de la canción anterior. Una cosa es el destino y otra el control mental, circunstancia imposible de operar en nuestros cerebros con la tecnología que hay a mano. Lo más parecido al control mental es la publicidad que se difunde en los medios de comunicación. Cualquier información, desde una noticia a un simple anuncio, es publicidad. Su éxito depende de la aceptación popular y se rige por un barómetro muy preciso: las cajas registradoras. Como el tiempo es dinero, si el Gobierno dice que a las 3 vuelven a ser las 2, nos conviene tomar nota del cambio. El Gobierno también nos dice que va a estar en la cumbre del punto G que organiza Estados Unidos y a la que no tienen previsto invitarle. Desconocemos si buscará un ventrílocuo, se esconderá bajo la mesa o para asombro del mundo se teletransportará de un latigazo. De un Gobierno que consigue hacer viajar en el tiempo, aunque sea por una hora, a todo un país, cabe esperar un prodigio de tal naturaleza. Si han inventado un escáner que desnuda a la gente en los aeropuertos yanquis, no sé por qué en España no van a fabricar máquinas que volatilicen a nuestro presidente para volcarlo después, igual que a un archivo, sobre los mullidos butacones de Washington. Es el siguiente paso de la evolución tecnológica, lo más natural. Una vez dominado el tiempo se desnuda a la peña y se la catapulta donde sea necesario. Que Petazeta no pudiera darse el pingüe en Yanquilandia, sería lamentable, porque está convencido el hombre de que tiene la solución al crack del capitalismo y que los gerifaltes del planeta, si le escuchan, caerán en arrobo. A nuestro alcalde le ocurre lo mismo, que también ha encontrado la piedra filosofal. Se llama Expo, y da lo mismo que sea del agua o de la huerta, es la solución a todos los problemas que tiene esta ciudad. Por eso se larga el lunes a los Emiratos con el propósito de endosársela a los jeques. La Expo 2014 de Zaragoza, quién sabe si será Expo-Garden, Expo-Cebolletas o simplemente una broma de Halloween, costará 180 millones de euracos y como el Gobierno se ha rajado de soltar un céntimo en semejante empeño, el consistorio terminará de arruinarnos con un apaño de su invención. Por de pronto ya están en el bombo sesenta hectáreas del barrio de Las Fuentes, donde juegan al monopoly con los terrenos. Mientras los políticos especulan con encargar una cirujía estética para el plan de ordenación urbanística, un fulano del mismo barrio fue pillado intentando colar un billete de veinte euros de su propia invención. Quien más quien menos tiene un portátil, una impresora y un bote de laca de uñas en casa. Sólo es cuestión de tener buen pulso y dar el pego, sobran artistas. |