A verlas venir
jueves 17 de abril de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Los conservadores tienen mono de manifa. Tildan de vergonzosa y repugnante la actitud del gobierno de esta comunidad. Lo ven achantado y timorato, de lo más chisgarabís, que diría Rajoy. El nanotrasvase del «Delta del Ebre» a las barriadas de la ciudad condal podría conmemorarse el día 23 de abril, festividad de san Jorgito, mediante un apoteósico y zigzagueante tumulto de aragoneses clamando por la cordura ecológica a las puertas de la Expo. Se está desperdiciando la oportunidad de montar una buena gresca y Gustavo Alcalde, el gerifalte pepero que iba a dimitir si Rajoy apoyaba el trasvase de cuencas en el programa electoral, el que logró tragarse sus propias palabras cuando en Madrid lo denominaron «transferencia», ahora se pone gallito y se sube a la parra intentando movilizar al gentío. Incluso afirma que trasvase y transferencia son lo mismo. Y entonces, ¿por qué no dimitió? No sabe o no contesta. Y ni siquiera viene al caso porque don Marcelino, el presidente de la Diputación General, salió por fin del despacho y se puso delante de los micrófonos. Lo hizo ayer sin despeinarse, apretando ligeramente las mandíbulas hasta que se le marcaron los hoyuelos bajo los mofletes: señal inequívoca de que no iba a decir nada importante. La peña del gremio periodístico enseguida se dio cuenta pero estaba pendiente de sus declaraciones sobre el tragicómico, y cada vez más rocambolesco, «affaire» de Gran Scala: la pasmosa timba monegrina de los casinos.
   Marcelino Iglesias, como si bailara para sus adentros la canción del Chikilicuatre, lo que antíguamente era el baile de san Vito, se limitó a escurrir el bulto echándole encima todo el marrón a Súper Biel —su vicepresidente y socio del PAR en el gabinete—, al que señaló como el «especialista»... Supongo que en juegos de salón. De esta forma tan simpática escurrió el bulto de la chepa y colocó al tartamudo en el flash de las responsabilidades políticas: Gran Scala es el chachullo de Biel, así que vayan a pedirle cuentas. Tampoco se mojó en el húmedo asunto del nanotrasvase, afirmando que estaba a verlas venir. O lo que es lo mismo, que este asunto es de Zapatero, que tampoco es su problema, lo que dejó al personal en estado de trance.
    Mientras el gobierno aragonés sigue en la cuerda floja, Súper Biel, nuestro Berlusconi en alpargatas, elevado ahora a los altares del negocio de la ruleta —rusa— en la categoría de especialista baturro, afirmó muy socarrón que ganas de charrar no le faltan pero que está obligado a morderse la lengua. Miedo me da, porque igual se hace sangre. Pero como no hay mal que por bien no venga siempre que salta el trasvase acaba lloviendo y anoche jarreó a conciencia en la ciudad. El Pincho iluminó el Ebro con su nueva Pasarela del Voluntariado y el alcalde, que anda templando gaitas gracias al nuevo campo de fútbol y los rascacielos que pretende montar en Miraflores, está muy satisfecho mientras tanto con las propuestas sobre el tranvía. De hecho ya se relamen del gusto los automovilistas imaginando los atascos. Del estado precrítico hemos pasado velozmente al estado de trance y de ahí, zanja a zanja, nos queda un aliento para llegar a la Expo completamente rendidos bajo el éxtasis total.

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