Aprender a volar
miércoles 16 de septiembre de 2009
© Sergio Plou
Artículos 2009

    Ya saben que más del cuarenta por ciento de los peatones no cruzamos por el paso de cebra y por lo tanto —según los automovilistas— es lógico que nos atropellen. Desde muy pequeño tengo conciencia de que el asfalto es propiedad de los coches, no de las personas, y menos aún de las que se atreven a cuestionar la estúpida red viaria que nos rodea y que regatea el espacio al viandante. Lo mismo da que sean abuelos, niños o sufran de pronto un ictus, sencillamente no estaban donde debían, así que son culpables de lo que les pase. Sea cual fuese la razón que les empujó a jugarse la vida en el asfalto, los periódicos hacen especial hincapie en el pequeño detalle del paso de cebra. La educación vial no tiene nada que ver con la educación, sino con la leyes de tráfico, así que nos conviene respetar las reglas si no queremos morir bajo las ruedas de un vehículo. En ningún momento se habla de cortesía, la que cunde en muchos países de Europa donde los peatones son «sagrados», tan sólo se ceban en el curioso 40% de arrollados fuera del paso de cebra. ¿Y el resto?
    El porcentaje de los demás se desglosa con facilidad, pero también es capcioso porque los conductores entienden como peatones a los que no se refugian dentro de su artefacto motorizado. En sus estadísticas reflejan como peatones a los que se bajan del vehículo para revisar una rueda, han perdido un tapacubos o están en tránsito. Salir o entrar de su temible cacharro, ya sea con motivo de abandonar el coche en el aparcamiento o volver a cogerlo para regresar al tráfico rodado, los convierte de pronto en peatones y como tales son torpes, inútiles, olvidadizos y arrollables. Los automovilistas interruptus caidos en acto de servicio no llegan en cambio al 3%, así que sus compañeros de volante les guardarán un especial respeto cuando aparcan en doble fila, se suben a las aceras o abren las puertas de par en par como si la calle fuese suya. Que lo es.
    Los peatones que actúan como respetuosos corderos, cruzando como les ordenan por su paso de cebra o andando por la acera, y que se los llevan hacer puñetas tranquilamente, cubren un largo 40%, aunque las noticias no suelen reflejar los titulares de esta forma porque es muy poco colorista y en exceso aburrido. Sin embargo resulta pavoroso que los conductores no respeten sus propias normas de conducción y se tomen los pasos de cebra como quien echa un pulso a un manco. El pulso llega a tal extremo que en ciertos pasos de cebra que ya no se atropella con la misma saña, de modo que nos clavan un semáforo a los peatones y se abre la veda otra vez.
    Lo más inquietante de toda la encuesta es que deja en abstracto un 20% de arrollados, cuyo accidente se ignora o es tan prolijo explicar en detalle, que consta en el grueso apartado de «otros». O sea, que un 20% de los atropellos no tiene explicación, ya sea porque no hay dios que lo entienda o porque no hay testigos. La percepción engañosa de esta encuesta elaborada por RACE (Real Automóvil Club de España), nos empuja a los peatones a que crucemos por el paso de cebra, cuando realmente importa un pimiento por donde vayamos. Somos un blanco fácil.

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