No se trata de meter miedo, pero uno de cada cuatro niños en nuestra península vive ya por debajo del nivel de pobreza relativa, sin embargo en ninguno de los hogares donde residen han tirado sus padres por la ventana ese artefacto al que llamamos televisión. Incluso en las jaimas saharauis he visto que tienen una, con algo hay que distraer el hambre. La caja tonta es como la flauta del encantador de serpientes. Nos dejamos llevar por el hechizo y nos embriaga la agradable sensación de que realmente no pasa nada, aunque muchos vivan ya a la intemperie. Lo que no sale por la tele no existe, como la infancia al borde de la miseria. Resulta tan fea que no aparece, salvo que sea tercermundista. Todavía somos capaces de encajar las comparaciones, siempre que sean a peor. Actúan como una vacuna mientras los gobiernos occidentales juegan a la inversa que Robin Hood: robando a los necesitados para dárselo a los ricos. Por lo visto es la única manera de salvarnos de la catástrofe. Es lógico pues que Telefónica tire a la calle al 20% de la plantilla y después se repartan 450 millones de euros entre los ejecutivos. De hecho, cada jefe de esta empresa cobra igual que cien de sus currelas. Hasta sus clientes trabajan gratis para la corporación cuando hablan con máquinas, todos hemos sufrido la intemerata marcando cifras estúpidas para comunicar a estos listillos que se nos ha colgado internet o que la factura es errónea. Pagamos al llamar a un 902 o se nos calienta la sangre con un teleoperador que nos habla desde el otro lado del charco, al que le pedimos por favor que nos deje en paz y se olvide de hacernos ofertas. Toda esta brillante mecánica de los negocios permite a los jefes fulgurantes despidos y beneficios millonarios, lo que arruina a un país desde sus cimientos. Como si estuviéramos saltando con pértiga, el listón de la clase media se ha puesto varios palmos por arriba y en el esfuerzo por llegar a fin de mes varios millones de personas se han venido abajo. Los analistas comienzan a preocuparse con la situación española. El rescate de Portugal, que es en realidad el rescate de los que tienen deudas con los bancos portugueses, entre ellos varios bancos españoles, resulta que lo van a pagar los chinos. O eso nos cuentan. España es un poderoso transatlántico que ha respondido perfectamente a la asiatificación, aunque se vaya hundiendo en el proceso. Comenzamos a abandonar el estado del malestar y nos sumimos simplemente en el desmontaje del estado. Pieza a pieza y comunidad por comunidad, se desensamblan los quirófanos catalanes y valencianos, la medicina pública poco a poco se desentiende de los enfermos por falta de presupuesto. Hasta se racionan los bocadillos entre los donantes de sangre, que ya es decir. No me extraña que uno de cada cuatro niños sea pobre. O que la tasa de paro juvenil haya superado el 40%. El otro día tuve la oportunidad de contemplar en un video de la cadena americana ABC, el cacheo policial de una cría de seis años en el aeropuerto de Nueva Orleáns y entonces lo comprendí todo. |
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