Existen varias guerras económicas abiertas entre intereses privados de variado pelaje. Según los medios periodísticos que veamos, escuchemos o leamos tenemos una impresión diferente de cada una de las batallitas que disputan los accionistas y las empresas para devorarse unos a otros suculentos pedazos de pastel. Los colores políticos, las ideologías, empañan la realidad porque en definitiva estamos hablando de dinero. La pasta mueve el mundo utilizando a las personas, los pensamientos y creencias, la mentalidad política, las relaciones y los conflictos más simples hasta convertirlos en armas de coacción. Cada pieza que se mueve en el tablero nunca se maneja al buen tuntún. Si llegamos a esta conclusión es porque se trata de una nube de humo que emborrona movimientos más evidentes en terrenos más visibles. Siempre ha sido así, la única diferencia ahora es tecnológica. Todo va más rápido en apariencia porque la información tiene la facultad de trotar por los ordenadores convirtiendo bulos en realidades palmarias. Internet es una herramienta comunicativa de enorme calado social. Sabemos quiénes son los amigos de nuestros amigos y también de nuestros enemigos, dónde viven, qué actividades realizan y cuándo. Aunque no existan. Podemos inventarnos un avatar. Manipular nuestras fotografías hasta crear un personaje de ficción, ocultarnos bajo esta máscara y comenzar a actuar como si de verdad existiéramos. El mundo digital permite crear individuos y sociedades con actividad económica en cualquier parte del globo, recibir beneficios no declarables a la hacienda pública y actuar en la sombra con eficacia ejemplar. Al fin y al cabo es lo que han estado haciendo las marcas comerciales desde siempre, jugar en el anonimato a multiplicar sus beneficios. Sólo que ahora es un juego universal. Es cuestión de dedicarle tiempo. Existe por ejemplo una cadena de apuestas que ofrece tecnología puntera y de calidad a precio de ganga. La llevo siguiendo en la red desde hace unos meses y puedo asegurar que es un negocio redondo. Puede comprar una máquina fotográfica reflex/digital de última generación por más de mil euros en el mercado y ganar el doble o el triple de su valor vendiéndola al mejor postor por menos de veinte euros. En realizar esta investigación he gastado unos 50 euros, el precio al que vende dicha casa sus derechos de apuestas. Se habla mucho de los casinos virtuales donde la peña juega al póquer cifras espeluznantes, pero nadie comenta el timo de esta organización de apuestas al céntimo que se enriquece tranquilamente vendiendo estampitas bajo la excusa de ofrecer calidad a precios ridículos. Pelotazos de este calibre duran lo que se tarda en derribar el mito, pero el periodismo actual no es independiente. Es decir, no invierte en abrir vías de comunicación social al margen de los intereses económicos. La publicidad, que permite su existencia, también coarta su libertad de acción. |