A raíz de la carnicería de Hiroshima y Nagasaki, Estados Unidos se apropió de la patente atómica prohibiendo la fabricación. Por lo visto, la energía nuclear podía ser un peligro en manos de gente torpe y desaprensiva. La excusa no puede ser más hipócrita y sin embargo más exacta. La frontera entre enriquecer uranio para producir electricidad o para construir un pepino es difícilmente evaluable, entre otras razones porque nadie enseña lo que hace la industria del armamento con el caldo que sobra. El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) - el club de los amiguetes de la bomba – vive en un constante estado de ansiedad con los persas, muy envalentonados desde que su presidente, el impronunciable Ahmadineyad, un señor enclenque y bajito, de tez cetrina y mala uva, se mantuviera firme en el propósito de hacer lo que le viniera en gana. El señor Mohamed Al Baradei – que inspeccionó Irak buscando artefactos de destrucción masiva y no encontró ninguno – no hace otra cosa que humedecerse el bigote con la lengua y rascarse la calva con la patilla de las gafas, señal inequívoca de nerviosismo en la carrera diplomática. No es para menos, ya que el nuevo jefe de Naciones Unidas, un coreano del que no se sabe aún de qué pie cojea, el señor Ban Ki-moon, reconoce estar profundamente consternado. No lleva ni dos meses en el sillón y el Tratado de No Proliferación es papel mojado. Vuelve de nuevo el serial de las sanciones del Consejo de Seguridad, en el que rusos y chinos, buenos clientes de Irán, al que le compran petróleo y le venden tecnología, harán frente con sus vetos respectivos para no perder sus negocios. Dentro del cómic al que nos tienen acostumbrados gobernantes y políticos cabe cualquier cosa, la más preocupante es el enredo militar en el que pueden verse envueltos los portaviones americanos que tienen echada el ancla en el Golfo Pérsico. Ya demostraron durante la guerra entre Irán e Irak que los yankies tienen el gatillo flojo y se pueden llevar por delante un avión de pasajeros en pleno vuelo. Los persas no están en el mismo barco que los norcoreanos, personalmente no creo que haya dinero para frenar su industria nuclear. La tutelen o no entre alemanes y rusos está condenada a materializarse. El problema es que no caben más conflictos en la zona. Está completamente saturada. Y al otro lado del Atlántico gobierna un sujeto con un pie fuera de la Casa Blanca. |