Cara a cara y culo a culo
lunes 25 de febrero de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Esta noche nos van a clavar el gran debate televisado. Nos hacen creer que hay una gran expectación, cuando se está construyendo de manera ficticia desde los medios. Desde hace tres lustros, los jefes del bipatidismo no se juntaban delante de las cámaras por miedo a perder votos en favor de su contrincante. Ahora, por lo que dicen las encuestas, el resultado en los comicios no es tan evidente. El PSOE estaría un 4% arriba del PP, una distancia poco fiable. Al haberse tocado fondo en el terreno de las ideas, no les queda más remedio que pasar por el aro de las televisiones. No hay nada más que decir. No hay nada más que ofrecer al electorado. Salvo lo que hoy suelten para desbaratar la imagen de su competidor, sólo queda repetirse como el ajo. Ambos partidos están al límite del centrismo social y económico. Los socialistas se muestran laicos, más europeístas en su concepción liberal. Los conservadores siguen la línea hispana más tradicional, pero no pueden girar más a la derecha sin perder a los votantes más conformistas. Por eso aceptan romper las tablas de este ajedrez mediante un choque negociado, en el que ambos cubren sus flancos débiles y pactan la forma del debate. Es el gran momento de los profesionales de la imagen, los que dirigen a los líderes soplándoles a la oreja lo que conviene decir y cómo deben explicarse para ganar el round de la fotogenia. Su cara a cara es en realidad un juego de posaderas: sentaditos y con la mesa por delante. Así no se notan las diferencias de altura ni el nerviosismo en las piernas. Los planos están marcados y a nadie le tomarán un cenital del cogote. El tiempo que gasten se irá leyendo en un reloj estampado sobre la mesa, que no tendremos ocasión de ver, por supuesto, no conviene arriesgar y que se pierda la magia. El culo a culo de esta noche no es apto para sordos ni para ciegos, es un punch multimedia donde lo subjetivo es fundamental. Si me apuran, no se trata de afirmar quién es el que gana en el debate. Rajoy lo tiene chupado y ambos lo saben, por eso ZP afirma en las entrevistas que sale dispuesto a empatar. La táctica de Zapatero estriba en conducir a Rajoy hacia su terreno más tremendista. Si lo consigue es obvio que perderá el debate pero ganará las elecciones, que es de lo que se trata. Se trata de que los abstencionistas de izquierda vean que ganará la derecha si no van a votar el día 9. Rajoy, por su parte, tiene que arrimar a los indecisos a su favor. Y esto es mucho más complejo. Tiene que mostrarse ambiguo pero firme, conciliador y centrista, mucho más "light" de lo que ha demostrado ser a lo largo de la legislatura. Si no se deja llevar por la iracundia, el debate perderá mucho swing pero el candidato a la poltrona logrará un porcentaje más de votantes a su lista. El tejemaneje de la imagen es así de simplón, pero no hay más espacio para la sinceridad. Es el día de morderse la lengua. El arte marrullero de tender trampas y saber aguardar a que el otro pique y se ahorque tranquilamente.

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