«Arraigados y edificados en cristo, firmes en la fe». Este es lema de la panda que va a llenar de sotanas, cánticos y burricie la capital del reino del 11 al 21 de agosto, dando la brasa con sus absurdas creencias en un show papal que tendrá su cénit durante las cuatro últimas jornadas. El señor Ratzinger, designado como dictador del minúsculo pero poderoso estado del Vaticano por una cuadrilla de monjes —nombrados a dedo por el anterior caudillo—, aparecerá a las siete y media de la tarde del jueves 18 para soltar unos ripios en la plaza de la Cibeles, una vez que sus fans atraviesen con pompa y boato la Puerta de Alcalá en una fantasmada sin precedentes. Durante la jornada del viernes impartirá una misa en la capilla del nuncio (léase embajada), dejará que los reyes le besen la mano en el palacio de la Zarzuela y lo llevarán en volandas al Escorial donde saludará a las novicias y charlará con los mulás (perdón, con los profesores). Luego catapultarán al mastuerzo hasta Madrid otra vez, para que se zampe unas viandas con unos cuantos imberbes en la embajada, recibiendo más tarde al presidente de gobierno, el cachondo de ZP, que le rendirá pleitesía. Acabará la jornada haciendo un vía crucis facilón en la Cibeles y si no le da una lipotimia soltará otra perorata.
El sábado participará en la maratón de confesiones que se celebrará en los jardines del Retiro, acudiendo más tarde a una charleta con los seminaristas de la Almudena, donde presidirá una misa (que lo mismo es en latín) y hará como que escucha mientras echa una cabezada en la poltrona. El arzobispo madrileño, para entonces, tendrá preparada una cuchipanda en su residencia, de la que nada sabemos porque no han pasado menú. Asistirán a la comilona cardenales y obispos, amén del séquito papal y el propio Ratzinger en persona, que deleitará los postres con soberbias bendiciones. Igual se atreve a hablar de Somalia mientras se zampa unas ostras, quién sabe. Tampoco hay noticias de que se vaya a echar una siesta después o que regrese directamente a la embajada, donde han confirmado que despachará con los organizadores de todo este tingladillo. Tras el receso le han programado una visita al instituto de san José. Allí dará una breve conferencia. Más tarde, emulando al espíritu santo, llegará hasta el aeródromo de Cuatro Vientos. Bajo un árbol metálico —obra de Ignacio Vicens, que ya colaboró en la visita del dictador anterior, un tal Woytila, y que decoró la catedral donde se casó el principito de Asturias—, el monje entre los monjes echará otro mantra a sus acólitos en una simpática vigilia. Quienes pasen con nota la gimkana recibirán al final de la misma algún tipo de bula o dispensa.
«Papuchi TV»
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Como colofón, el domingo 21 ofrecerá el jefe una homilía (para los neófitos, un sermón). Llevo contados más de media docena, así que no esperen novedades. Y luego rezará el ángelus, que es un profundo misterio. En Zaragoza escuchamos este misterio todos los días a las doce de la mañana gracias a la megafonía que el ayuntamiento tolera en el casco viejo, cuyos decibelios aturden los oídos de creyentes y de ateos, de budistas y de musulmanes, da igual el credo o nivel de agnosticismo, de modo que no se perderán mucho si pasan por alto el remake. Como conducirán rosario en mano al señor Ratzinger hasta la embajada, donde cardenales y obispos le han preparado el festín de despedida, y se lo llevarán corriendo después a la Feria de Madrid, para que reparta unas santiguaciones entre los voluntarios que han forjado lo que se ha venido en llamar «Jornada Mundial de la Juventud 2011» (y que no he descubierto aún en qué consiste), casi es mejor que se adelanten y cojan sitio. Con un poco de suerte llevarán al abuelo a corderetas hasta Barajas, donde tomará un avión con destino a Roma más contento que unas castañuelas.
He intentado desgranar en tres párrafos el pack de acontecimientos espúreos que sufrirá Madrid en pleno agosto, con la mejor voluntad y el más tierno de los cariños, pero sin evitar la lógica. Se puede ser más ácido pero menos respetuoso con las opiniones ajenas. Por ridículas que parezcan he intentado no sobrarme en exceso. El Vaticano es la única dictadura —falo y teocrática además— que existe en Europa. No es un suceso cuestionable, otra cosa es que millones de personas sigan la corriente de sus mandatos y encima gocen con su parafernalia. Lo que molesta una barbaridad es que su juerga y caprichos corran de mi cuenta.
En los presupuestos del Estado figura una partida especial de 25 millones de euros para favorecer este soberbio sinsentido, a los que habrá que añadir otros tantos en concepto de seguridad y logística. Aparte están los spónsor. Banco Santander, Telefónica y Endesa han aportado cheques desde 20 mil euros hasta los 4 millones. El vino de las misas lo pone bodegas Osborne. Folletos y carteles son publicados por Santillana o la editorial san Pablo. Y luego están los amigos de la chispa de la vida, Coca-Cola, Fomento de Construcciones y Contratas, Abengoa y Corte Inglés, que aportan restaurantes, desplazamientos y medios de comunicación. Un espectáculo que gira alrededor de Ratzinger ofrece escasa resistencia empresarial. Les encanta colaborar en el castillo de naipes.
¿Y por qué empiezan los festejos el día 11 si el amo no aparece hasta el 18? Para animar el cotarro con los teloneros y crear ambiente. Es curioso que un gobierno que se califica a sí mismo de socialista haya certificado esta tontería como un «acontecimiento de excepcional interés público». Los apelativos, que en apariencia no dicen nada, sirven en cambio para los patrocinadores, que pueden desgravar fiscalmente sus aportaciones económicas al clero en un 80%. En mi ingenuidad, creía que era suficiente la pasta gansa que regalamos todos los años a la curia católica. Alrededor de seis mil millones de euracos se evaporan de las arcas públicas para mantener madrazas (léase colegios de curas), imanes (o su versión de sacerdotes católicos) y a sus respectivos mulás (profesores de religión). Apoquinamos para sustentar literalmente los templos, que dejan caer si no reciben pecunio, y los que no son de titularidad religiosa si te descuidas lo acaban siendo, basta que registren los bienes como si fueran propios. Todo un desastre en materia de permisividad y todo un derroche de la casta política para favorecer a la casta sacerdotal. Algún día sabremos, por ejemplo, quiénes son los perjudicados por las expropiaciones del aeródromo de Cuatro Vientos, donde se han levantado 70 parcelas a sus propietarios para que el señor Ratzinger pueda arengar a sus huestes. Algún día nos explicarán por qué se prestan colegios e institutos para que monten albergues y cobren por dormir a los «peregrinos». Igual nos enteramos de las razones, con un poco de suerte y por decir algo, en «la otra vida». Porque en la actual, y con la estafa que soportamos, salen más caros que un hijo tonto. ¿O era un seminarista?