Correa de transmisión
lunes 21 de enero de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Hace unos años, en una de las películas de Almodóvar y en clave de sorna, el personaje interpretado por la actriz María Barranco, una de las protagonistas, se preguntaba: ¿pero qué le habré hecho yo al mundo árabe? Tras las últimas pesquisas y detenciones de Barcelona esta cuestión todavía sigue en el aire y lo más triste es que seguimos prestándole poca atención frente al viejo asunto de los etarras. Resulta en extremo preocupante cómo se maneja la política internacional en los conflictos de Oriente Medio. No comprendemos la causa de la violencia que desde allí nos salpica en nuestras propias calles. Tras el sangriento atentado del 11 de marzo en Madrid, el mayor registrado en Europa, tenemos la impresión de haber llegado a lo más alto de la incongruencia y que sólo nos resta volver a la normalidad. Nos preocupa que las costumbres de la inmigración árabe se alineen con la intransigencia católica y retrocedamos varios siglos en materia de libertades, pero no acabamos de entender el meollo del problema. Nos resulta absurdo descubrir que lo que ocurre en Pakistán o en Turquía pueda traer un nuevo baño de sangre a cualquier lugar de nuestra península. Ciertos países, ya sea por su división interna o por su postura dialogante, están en el punto de mira y al mismo tiempo en la más ambigua de las fronteras. No se trata ya de admitir o no el uso del velo en las escuelas públicas sino de ampliar los frentes del conflicto desestabilizando estructuras y rompiendo la posibilidad de interlocución. Los extremistas tiran de la cuerda buscando que se rompan las conversaciones. Grupos como el "Ejército de la Pureza" o "Anatema y Exilio" (los núcleos duros de Al Qaeda) mantienen vivo el odio, la envidia y la venganza, lavan los cerebros de sus seguidores y los empujan al suicidio colectivo. Los soldados occidentales que se asientan en Afganistán o en Irak, son para ellos fuerzas infieles de ocupación que destruyen sus costumbres y expolian sus recursos, por lo que se arrogan el derecho a intervenir en América y en Europa con la misma impunidad que lo hacen nuestros gobiernos en sus países. El desastre palestino en Gaza, la pasividad de la diplomacia frente a las pretensiones israelitas, es un caldo de cultivo constante para los grupos radicales que golpean en las zonas más débiles. O sea, en aquellos lugares donde una parte de la población defiende a ultranza las posturas laicas y los derechos civiles que permiten su desarrollo frente al conrtrol de la religión islamista. Es un error impedir la entrada de Turquía en Europa, del mismo modo que podemos pagar muy caro el abandono de los paquistaníes a su suerte. Cada uno de estos países, de distinta manera, han conservado hasta ahora formas muy peculiares y separan con dificultad la iglesia del Estado, impidiendo de esta manera la instalación de regímenes teocráticos en su suelo. Nos guste o no, la única propuesta de diálogo que hay sobre la mesa del mundo en esta materia es la Alianza de Civilizaciones. Sonará ingenuo y además nos colocará en posición de riesgo, pero cruzarse de brazos supone extender la violencia de los más intransigentes. Darles alas.

Articulos
Primeras Publicaciones 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 — 2001 2007 2008 2009 2010 2011        
Cronicas Críticas Literarias Relatos Las Malas Influencias Sobre la Marcha La Bohemia La Flecha del Tiempo