Costumbres hispanas
viernes 8 de febrero de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Hacer un seguimiento de las elecciones reporta un batiburrillo de jugosas propuestas, dignas todas ellas de entrar algún día en la vieja antología del disparate y que sin duda caracterizan la mentalidad hispana, tan propensa a lo surrealista. Rajoy, el mandamenos de los conservadores, afirmó hace nada que los inmigrantes, si llegaba a sentar sus posaderas en la poltrona monclovita, tendrían que firmar un contratillo al cruzar la raya fronteriza para trabajar aquí. Entre las muchas perlas del compromiso destacó el respeto a las costumbres, y nadie sabe si tendrán que comer jamón serrano, darle al tintorro, bailar tikitrichas o dormir la siesta a diario. La confusión al respecto es fabulosa, porque con las costumbres patrias se pueden editar varias biblias. Depende del lugar donde vayan a residir los inmigrantes en cuestión - y de su orígen - no desentonarían en absoluto, de modo que el contrato en cuestión no les comprometería demasiado. Hay localidades suficientes en la España profunda que todavía manejan la mantilla, la pañoleta, las negras ropas mediterráneas y el velo de procesión. Una cuestión tan arcáica como calzarse el luto de forma permanente aún se consiente a ciertas abuelas, cuyo DNI no ofrece lugar a dudas sobre su orígen y convicciones, así que difícilmente se le podrá exigir a una foránea que cambie el patrón del sayal y modifique su ropero en aras de adaptarse a las costumbres locales. Otra cosa es que se les informe, a ser posible por escrito - si saben leer - y en su idioma, de las desgraciadas conductas que en su país son toleradas y que aquí constituyen un delito. Por ejemplo, la violencia y el maltrato contra las mujeres, su discriminación y otras lacras sociales. Volver a la impunidad de actitudes machistas constituiría un desastre que no podemos permitirnos. En cuanto al uso de insignias y símbolos en locales públicos y privados, siempre que no difieran de la legalidad vigente, corresponde a la normativa de cada centro informar de su uso y reglamento. Para mí, el velo y la boina están en el mismo plano textil que una gorra de rapero, dificultan la visión en las aulas y por lo tanto no tendrían que estar permitidos. Otra cosa es que uno lleve una venda en la cabeza porque le han hecho una lobotomía. En un país donde se aguanta el indigno espantajo de sacar al balcón una sábana manchada en sangre -o en zumo de tomate, vaya usted a saber-, para demostrar la virginidad de una novia zíngara, tenemos complicado el hecho de dar según qué lecciones de moralidad. Si durante la semana santa se pasean por la calle unos individuos azotándose a modo en los ijares, clavándose cristales en los lomos y dando alaridos bajo el anonimato de un capirote mientras golpean un bombo, ¿se puede prohibir a los musulmanes que hagan tres cuartos de lo mismo? Hacer uso del derecho consuitudinario - de las costumbres - es un arma de doble filo. Incluso en el plano artístico, muchos personajes cinematográficos de Almodóvar o de Kosturica no habrían llegado tan siquiera a nacer.

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