La salida de unos cuantos mentecatos que atenazaban al partido conservador en las cavernas ultramontanas y la entrada en liza de la niña de Rajoy, convertida de golpe y porrazo en una mujer de treinta y siete tacos, augura para los comentaristas políticos una legislatura menos febril y más europeizada. ¿Pasaremos del abyecto territorio de la crispación al aburrimiento político más supino? ¿Cómo será la actualidad sin chusma como Zaplana soltando estupideces continuamente? Para los socialistas era muy cómodo soportar la matraca de toda esta gente y cebarse en su intransigencia para desmontar a la oposición, pero con la llegada de Soraya Sáenz de Santamaría como portavoz de la derecha en el Congreso —una vallisoletana despierta, premio fin de carrera y abogada del Estado, que aprovechó la oportunidad cuando Rato abandonó el Congreso, para largarse a Nueva York, y pillar de rebote su reluciente escaño — lo van a tener menos fácil que hasta ahora y tendrán que echar mano de otros recursos menos simplones si quieren gobernar más allá del 2012. Si de algo ha servido el voto de los que no votamos jamás es para que los conservadores tomen un rumbo moderno, liberal y más abierto. Para que la derecha se centre un poco y renueve su mentalidad. Veremos si esta mujer es capaz de ofrecer una imagen distinta a la de Esperanza Aguirre o se la tragan de un sólo bocado a la primera equivocación. Su partido, al fin y al cabo, es un hervidero de lampreas dispuestas como ella misma a pillar cacho a la menor ocasión. De modo que tendrá que aprender a nadar y al mismo tiempo a guardar la ropa.
Cada día que transcurre queda más claro que a Rajoy se le han agotado las pilas. No tiene ganas de seguir dando la brasa ni es su estilo optar a un sofá en la Moncloa. Lo suyo, de verdad de la buena, es clavarse un puro y una copa de Soberano frente a la chimenea de cualquier pazo mientras escucha carrusel deportivo. A Rajoy, lo que le tira, es vivir en un domingo permanente y no ir dando tumbos de un mitin a una emisora de radio, de una plaza de toros a una tele y de la calle Génova al Parlamento. Por eso se repite constantemente a sí mismo que tiene una ilusión bárbara de llegar a la presidencia del gobierno, cuando lo que lleva encima es un agotamiento de tomo y lomo y unas ganas de largarse más que evidentes. A Rajoy le falta fuelle, por eso ha elegido como portavoz del partido en el Congreso a una mujer joven y abierta, con empuje, para que le resuelva la papeletaa, para que meta en vereda a todos los mendas que le hacen la vida imposible y para que le vaya retirando paulatinamente. Un debate entre María Soraya Sáenz de Santamaría y María Teresa Fernández de la Vega, la vicepresidenta del gobierno, podría ser un preludio muy interesante para observar cómo se manejan las mujeres en los puestos más altos de la política nacional. No tenemos costumbre y ya va siendo hora de adquirir hábitos distintos. Comprobaremos de qué pie cojea esa niña ya crecidita que Rajoy tenía en la cabeza. Veremos si la vieja táctica del pataleo deja paso a una nueva realidad o volvemos a la ciencia ficción de siempre. |