Las adhesiones inquebrantables resultan muy aburridas. Pensar que si no estás conmigo estás contra mí es un axioma estúpido que ofrece un panorama monocolor. Que les enseñen unas cuantas fotos de esos micos a los que han realizado un tratamiento con genes humanos para quitarles de encima el daltonismo, y verán las jetas de asombro que ponen al darse cuenta de que la existencia ofrece una escala cromática apabullante. A las gentes que a diario compran El País, escuchan la Cadena Ser o ven la Cuatro, les está ocurriendo tres cuartos de lo mismo, porque no salen de su estupor.
Acostumbrados desde la transición democrática a asociar dichos medios con el partido socialista, se quedan de un aire al oír las críticas y leer los tiernos mamporros que los periodistas dedican al presidente del gobierno. Más estupefactos todavía se quedan los asiduos lectores de El Mundo o los videntes de Intereconomía y Veo TV, cuando los opositores del PSOE le dedican algún extraño y tímido aplauso a Peta Zeta. Qué está pasando, ¿alguien le ha dado la vuelta al calcetín?
No pequemos de ingenuos, la política siempre estuvo ligada a intereses económicos y a menudo genera extraños compañeros de alcoba. Los grupos editoriales, radiofónicos y audiovisuales necesitan fuertes entradas de dinero para mantener sus estructuras y propiciar sus negocios. Nadie habla de las cuatro perras gordas que cobran los periodistas, lo mismo da que trabajen para los medios de izquierdas o de derechas, pero todos se llenan la boca soltando perlas a propósito de la libertad de expresión y de lo importante que resulta la prensa en los sistemas democráticos. Al final, por una simple cuestión de dinero, el ambiente se vuelve irrespirable y los consumidores de noticiasse miran con cara de pasmo. No saben si alguien les ha timado o es que de veras cambian las tornas y semejante vuelco les ha pillado a contrapié. ¿Es la historia de una presión o de una venganza?
La culpa del despropósito la tiene como siempre el fútbol y los soberbios réditos que reporta. El negocio del pelotón consiguió lo inaudito, que el gobierno se comprometiera a quitar los anuncios de las teles estatales. Lo soltó pensando en sus amigos de la Sexta, que habían montado ya una corporación mediática con el diario Público, para optar por la emisión de los partidos en una nueva cadena llamada Gol. Esta es la razón por la que toda la península ha tenido que pasar por el aro de la TDT. Creando una TDT de pago podrían llevarse los partidos, y los señores de El País y la Cadena Ser están de morros con el gobierno porque han perdido una buena tajada del pastel. En líneas gruesas es lo que ocurre, así que no pasa nada del otro jueves. Estamos hablando de intereses económicos mondos y lirondos.
¿Qué tiene que ver el estado de la nación con las perras? Pues todo. Ya siento que haya gente que a estas alturas se caiga del guindo, pero es lo que hay. Sin pasta de por medio no hay aplausos ni abucheos. A la prensa libre hay que ponerla siempre entre comillas, porque depende de sus dueños y si los amos están descontentos dan la orden de criticar lo que antes se trataba con carantoñas y arrumacos. O a la inversa. Si conviene económicamente soltar flores a los cerdos, se hace. No hay más. Los periodistas, en este sarao, no son más que peones y hacen lo que les mandan. Por eso ahora se habla mucho de que el PSOE está en horas bajas, que no hay crítica interna y que maniobran improvisadamente. Es lo que toca y si lo analizamos con frialdad no existen razones objetivas para deducir que antes no ocurriera exactamente lo mismo. No se gobierna ni mejor ni peor, sólo se pierden amigos poderosos o se quejan en voz alta y sin el tierno espaldarazo de los medios más afines el ilustre Peta Zeta, como en su tiempo Aznar o González, tiene los días contados. Ahora sólo falta por ver si se trata de una estrategia de markéting o van en serio. |