Desconexión
lunes 9 de febrero de 2009
© Sergio Plou
Artículos 2009

    Me he permitido desconectar durante unos días. A veces hay que vivir para contar después lo que ocurre por el mundo, no basta con encerrarse entre cuatro paredes a investigar. Te despegas demasiado de la gente y terminas por no pisar tierra firme. Es un lujo. Sé que después hay que recuperarse de las vivencias y asimilarlas. Nada es lo que parece y todavía no me siento preparado para comenzar esta nueva etapa, sin embargo siento que ha trascurrido mucho tiempo desde que regresé del Sahara y empalmé con una visita relámpago a Berlín. No queda más remedio que volver.
    Es muy lamentable la situación en la que viven los saharauis. Sé que ahora nadie se siente responsable de lo que pasa en el mundo y que vivimos una época nítida donde sólo nos sirve el sálvese quien pueda. Pero es injusto. Estamos condenados a seguir repitiendo la Historia y a que nos sigan tomando el pelo.No tenemos la más mínima vocación de cambio. Esperamos que Obama arregle el planeta y semejante ingenuidad la pagaremos muy cara en el futuro, de todas maneras no hay recambio para el sistema en el que vivimos. Los saharauis, como los cubanos, sueñan con vivir en el Occidente hipócrita y decadente que nos acuna, quieren una oportunidad para ser engañados una y otra vez, como nos ocurre a nosotros todos los días. Los saharauis sufren el desarraigo y la pobreza con un orgullo admirable y se aferran a nosotros, los que llegamos de Europa, como a un clavo ardiendo. Ellos muestran el muro que levantó Marruecos en su país y que divide en dos sus tierras y sus familias para que veamos con nuestros propios ojos que lo que ocurre en Palestina o lo que pasó en Berlín, les pasa a ellos todos los días desde hace treinta y tres años. Siempre hay un muro en alguna parte que secciona la realidad en dos planos distintos. Para cada cual su propio drama es el más importante, no entendemos por qué hay clases de desgracias, por qué la información es tan selectiva y cuánto tiempo seguiremos por la misma senda. Da igual, los muros siguen en pie. La diplomacia es angustiosa y deprimente, los intereses económicos de cuatro ladrones internacionales campan a sus anchas y las situaciones injustas se mantienen.
   Sigo teniendo la impresión de que viajamos en un tren que hace mucho ya que se desplaza por simple inercia. Llevaba tal velocidad que no sabemos a ciencia cierta si algún motor está en funcionamiento o vamos a salirnos de la vía en la siguiente curva. El número de desempleados continúa en alza. Las empresas echan el cerrojo. Se vende cada vez menos. El problema es que no hay alternativas. El Nuevo Desorden Internacional nos ha convertido en individuos egoístas, conservadores y miedicas. Más vale malo conocido que bueno por conocer. No hay distinción evidente entre los partidos políticos, es una simple cuestión de formas. Todos ellos intentan mantener en pie esta gran mentira que se derrumba poco a poco mientras el tren en el que viajamos pierde velocidad. Nos sentimos poca cosa. Creemos que nos han atado las manos y miramos de reojo a los científicos esperando la solución. O el destino.

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