Al alcalde le falta un chupito de ciripolen, complejos vitamínicos o un reconstituyente. Está de bajonazo. Con lo que ha sido este hombre da pena verlo. Al ilustre vecino, en cambio, le ha sentado de perlas ser cronista oficial de la Expo, porque se ha quitado casi treinta kilos de encima y parece un figurín. Las malas lenguas aseguran que el guirigay que se ha montado con la mesa de oro y brillantes en el antiguo seminario —donde ahora está el nuevo consistorio— le va a costar a nuestro edil una úlcera sangrante y dolorosa. Se hace responsable de la mesa, de las sillas y de todo lo que haga falta, pero echarse a los lomos tanto dispendio lo coloca en el ojo del huracán. Ya lo veo dando excusas otra vez en un futuro, porque tarde o temprano seguirán apareciendo maravillas y tendrá que apechugar. De la Exponabo 2014 no dijo ni Pamplona, se limitó a buscar spónsor. A la tarea de encontrar empresa que apadrine el follón nuestro alcalde la denomina «iniciativa privada». Todavía no se da cuenta el señor Belloch que los negocios privados están de capa caída, que no funcionan durante la época de vacas flacas, que hay que remangarse la camisa de nuevo y comerse el marrón hasta los codos. El público se pasó el discurso contando las veces que repetía según qué palabras y cayó en la cuenta de que no hacía otra cosa que ordenar los papelitos del estrado constantemente. O le dijeron que pusiera cara de circunstancias, porque la crisis es mala de veras, y que así, en plan sosón, igual no le hacían pupa, o es que tiene el hígado de paté. Igual lleva encima un dolor de muelas de aúpa. El caso es que no mola ver a los políticos, y menos al alcalde, hechos unos zorros. Nos acostumbraron a contemplar ese aire jacarandoso, socarrón y garcipollero, de pronto nos aparece el hombre desencuadernado y nos llevamos un susto. ¿Tan mal está el panorama? ¿Qué tendrá el alcalde que está tan triste? ¿Qué tendrá «la princesa»?
¿Venía a dar malas noticias? Por ejemplo, que la oferta pública de empleo se congela, que el gasto corriente se reduce y que la venta de suelo está en el alero de la crisis. Cualquiera sabe que a dar malas noticias no llega uno feliz como unas pascuas. Lo lamentable de su aparición es que todos lo sabíamos de antemano. Sin novedades en el frente y sin imaginación para salvar este mal trago recurrió al tópico de la «iniciativa privada». Una iniciativa que brilla por su ausencia en esta tierra, a no ser que haya pasta que llevarse al bolsillo. Según los comentaristas, el alcalde dedicó una cuarta parte de su perorata a cantar las loas de la Expo anterior. Se atrevió a afirmar que en el primer trimestre del año que viene la deuda quedará definitivamente saldada y que a cambio hemos levantado una ciudad que ni en un cuarto de siglo habríamos podido construir. Pues muy bien, ¿no? ¡Adelante con los faroles! Sin embargo le faltaba cuajo al desgranar sus éxitos, iba de bajón, como si le faltaran unas vacaciones o les estuviese alguien haciendo un chantaje. Sin punch y con pegada tonta, el alcalde se metió en el clásico baile de los millones de euros para el tranvía, Arcosur, el nuevo campo de fútbol, el parquecillo empresarial de Ranillas, los ya clásicos aparcamientos bajo tierra, la Milla Digital, el Caixa Fórum de la vieja estación de El Portillo, el Puerto Venecia 2 y se marcó el requiebro de un hospital privado en san Gregory, todo muy fetén pero al trote y a la remanguillé, como si le hubieran ofrecido el ministerio de obras públicas y tuviese que tragarse la noticia hasta la próxima renovación del Gobierno. Como si estuviera a punto de divorciarse o sufriera las hemorroides en silencio. La peña se miraba y no entendía la razón de tanta tristeza. ¿Acaso el alcalde se siente un incomprendido? ¿O es que después de tanto trajín con la Expo necesita un kilo de revitalizantes? Quién sabe. El debate sobre el estado de la ciudad no concluyó en plan triunfador, apostando por la capitalidad de España o la de Europa, sino que derivó en algunos chascarrillos sobre el sentimiento personal de quien lleva la vara de mando. A micro abierto, el alcalde aseguró al concejal más próximo que le «iba el papel de reina madre», y que como tal se sentía capaz de asegurar que una ciudad como Zaragoza, que ha jugado con la Expo entre los campeones, difícilmente se conformará con un puesto de segunda división. Igual nos sorprende un día calzándose los pantalones y dedicándose al fútbol o se convierte de pronto en el flautista de Hamelín. Igual está más solo que la una y en todo este tiempo lo único que ha conseguido entre los suyos es que le cojan inquina. Todo es posible. |