Es fantástico lo que da de sí el invento de Al Qaeda, no me extraña que hasta los chinos digan que la revuelta de los uigures en Xinjiang —que está justo al norte del Tibet— es obra de Bin Laden. Si a los americanos se les vale, a ellos también ¿no? Igual que otros contemplan su colección de sellos o de mariposas, a mí me da a veces por echarle un ojo a los mapas y siempre caigo en la cuenta de que el croquis de China es tan enorme que lo mismo, con el paso del tiempo, termina dividido en cachitos más gobernables. Nunca se sabe, árboles gigantes han caído. Trocear las tríadas mafiosas en taifas, podría descomponer al gozoso capitalismo que disfrutan los jerarcas comunistas, hasta crear un rompecabezas de países ex-chinos.
China, al fin y al cabo, es como las islas Caimán pero a lo bestia, y a su alrededor se teje todo un secreto internacional. No en vano corretean por allí las multinacionales que da gloria verlas. Los espías se aburren tanto que buscan faena en todas partes. Igual trabajan en Asia que a orillas del Támesis, vendiéndose a los amarillos periodistas de Londres. Últimamente se ha descubierto que pinchaban millares de teléfonos, desde políticos como John Prescott o Tessa Jowell hasta la modelo Elle Mcphersson o la actriz Gywneth Palthrow. Los espías trabajaban para el magnate de la prensa, un tal Murdoch, padrino editorial de Aznar. Así es la vida.
Aznar, que al afeitarse el bigote muestra que es un cocón, se ha reunido con Rajoy para darle unas recomendaciones —ya saben, consejos vendo que para mí no tengo— entre los que destacan un par: que no vaya de crecida y que no baje la guardia. Sabias palabras. El expresidente, desde que se dedica a dar conferencias, hacer como si escribe libros y aconsejar a los que le pagan, está que no caga, de modo que si tiene la solución a la crisis es muy probable también que conozca el futuro de Rajoy e incluso el de la China mandarina. Tarde o temprano nos daremos cuenta de que se ha cometido una pavorosa injusticia con este pequeño gran hombre, a ver cuando llega el Tribunal de la Haya y la repara.
Mientras tanto, las huestes del G-8 se reúnen plácidamente en la Italia del Caballerete Berlusconi —otro que está pidiendo justicia a gritos—, y las universidades de aquella república bananera se hacen publicidad en los medios de comunicación de manera sangrante: mediante cuatro jacas en plan velinas. Menos mal que los cientifícos han conseguido al fin que, de aquí a unos años, se pueda prescindir por completo de los hombres —en lo concerniente a procrear—, lo que supone un alivio. Otra cosa es que consigan bajar del machito a los especímenes más peligrosos.
Por lo que cuentan, originar esperma a partir de células madre ha sido un éxito. Los zánganos de la colmena, que son unos desagradecidos, en vez de estar de enhorabuena comienzan a bramar desde los púlpitos diciendo que el avance es un contradiós. Sin embargo este hallazgo, y la evolución que pueda darse con los fármacos de la longevidad —como la rapamicina, que alarga la vida mamífera en un 30%—, sería un magnífico complemento de otros que ya están en el mercado y que se venden como churros. No hablo de la clásica viagra, cuyo derivado femenino es un auténtico fiasco, sino del que permite a los eyaculadores precoces que les dure la farra durante la friolera de cuatro minutos. Menos da una piedra.
La verdad es que este planeta, y su parasitaria comunidad de simios, no termina de sorprender a los incautos. Dejamos que la peña se muera de hambre pero queremos vivir más y con menos responsabilidades, aunque siempre en ángulo recto. Se puede dar la paradoja, como en la leyenda urbana que circula por internet, que gracias al alzhéimer no tengamos ni idea de qué hacer con los genitales, pero que las industrias farmacéuticas continúen fundiéndose millones en investigar los misterios hidráulicos. El sexo masculino mueve tal pastón que los espías no dan abasto, así que si se pierde un día cualquier píldora en un laboratorio no se extrañen cuando oigan que es culpa de Al Qaeda. Peor que fuesen extraterrestres. |