Hasta la saciedad se está hablando en los medios de comunicación del caso único de Kosovo. En alguna ocasión también yo me he salido de madre afirmando que no cabía otra posibilidad para el protectorado internacional de esta provincia serbia, la que acaba de independizar su lamentable pobreza económica de su maltratador. Los países que intervinieron militarmente en Kosovo para terminar con el genocidio, llevan años discutiendo el problema. Sólo ahora, cuando han tirado por el camino de en medio, la gente se lleva las manos a la cabeza. ¡Pero si no tienen dónde caerse muertos! Así es, pero las cosas se estaban poniendo feas. Los propios kosovares estaban copiando tristemente la actitud de los serbios y habían llegado incluso a partir los colegios por la mitad. El odio genera odio, ya se sabe, y las vallas separan a los niños de distintas etnias y religiones, con horarios diferentes para asistir a clase: los kosovares por las mañanas y los serbios por las tardes. Después del horror genocida de los serbios, llegaba la náusea de los kosovares. No se podía mantener durante más tiempo a Kosovo en el limbo. O se entregaba a los serbios o se le daba la libertad. La libertad de todas maneras va a ser vigiliada por los soldados de otros países que allí se encuentran para defenderlos. Confío también en que eviten la copia de las peores conductas xenófobas. Entre estos soldados están los españoles, que no les han reconocido el derecho a "sufrir" por sí mismos. La jeta de Moratinos, el ministro de Exteriores, lo decía todo ayer en los telediarios. Se refugió en la legalidad internacional para dar el no hispano en el consejo de la Unión Europea. No pretendo ser adivino, pero la medida se tomó a la contra de la lógica y por estúpidos complejos de política interna. Moratinos, de haber sido ministro francés, hubiera dicho que sí y estaría ahora mucho más contento de lo que ayer reflejaba su rostro.
El caso único de Kosovo no es especial porque se haya cometido allí un genocidio. Ha habido muchos en la historia del mundo que no han terminado con la independencia de los masacrados. Los kurdos en Turquía y en Irak, por ejemplo. O los chechenos en Rusia. Si echamos la mirada hacia atrás veremos a los armenios, que sólo consiguieron su independencia tras el desmoronamiento de la antigua Unión Soviética. La diferencia con los kosovares estriba en que es la primera vez en la historia de la humanidad que la comunidad internacional interviene militarmente en un país para que no extermine a una parte de su propia población. Así de simple. Y ahora no se les puede dejar otra vez en manos de sus masacradores, de modo que tenemos que seguir tutelando su libertad. Lo más triste del asunto es que no se hará nunca más: se trata de un caso único. |