Aparte del trabajo, uno de los mayores problemas sociales tiene que ver con dónde ponemos el sofá. El precio del metro cuadrado escala con desparpajo y para trepar a su ritmo hay que llevar encima una saca de varios sueldos. El lastre de una hipoteca mensual ha superado lo que se paga por un alquiler en un edificio de segunda mano y la población se pregunta por dónde reventarán las cañerías del país. Un país que es propiedad de los bancos, y cuyas aseguradoras nos amarran a la vida eterna. A las nuevas generaciones se les impide morir en paz. Y mucho más jubilarse. Si quieren tener en propiedad un lugar donde echar un sueño, a penas un cuchitril, no tienen más remedio que firmar La Hereditaria. Una hipoteca a más de cincuenta años vista, de las que te obligan a procrear echando hostias, para que tus vástagos puedan finiquitar tu propia deuda.
Los Hijos de don Quijote – una organización de personas sin techo - han conseguido en Francia la posibilidad legal de poder llevar al Estado ante los tribunales para conseguir una vivienda digna, derecho que garantiza su Constitución, igual que la nuestra. Hicieron una acampada navideña en pleno centro de París, a orillas del Sena y de esta manera cada francés, por el mero hecho de serlo, podrá tener algún día su propia baldosa. El paso del tiempo dirá si se trata de una ficción, entre tanto lo único que provoca la bajada de precios en Europa, son las actitudes intervencionistas de algunos gobiernos. No se trata de especular, de construir edificios a tumba abierta, hay muchos pisos vacíos. En barbecho. Penalizar ese despilfarro, como llevan haciendo durante años los holandeses y ahora los catalanes y los vascos, puede ser un buen principio. Cuentan que a cada propietario – en Euskadi - la broma le podría costar nueve euros diarios. Es una cuestión de números. |