Pensilvania levantó a hombros a Hilaria y la sacó por la puerta grande. La senadora sigue perdiendo en el cómputo general de delegados electos (Obama le lleva más de cientocincuenta) y reduce distancias en cuanto a votantes, aunque se va fundiendo la pasta que le queda para luchar por la Casa Blanca con McCain, el republicano, en el supuesto de ganar estas largas primarias, asunto que aún está por ver. Nunca se había llevado la pelea entre los pretendientes demócratas tan enconádamente, circunstancia que preocupa mucho a los analistas del New York Times. La división de los votantes en razón de sexo y de raza no augura nada bueno para las presidenciales. Ni Barack Obama ni Hillary Clinton van a tirar la toalla, así que se pronostica una agria disputa hasta Denver en agosto. Los americanos nunca había llevado sus diferencias en un mismo partido político a tal extremo. Los demócratas han descubierto demasiados flancos débiles a su adversario y el que gane llegará a las verdaderas elecciones hecho un cromo. Dejando a un lado la mentalidad más conservadora, heredera de la familia Bush o el expresidente Reagan, la versión más líberal, encarnada por los Kennedy o los Clinton, está atrapada en un escaso margen de acción para acometer medidas realmente transformadoras en la sociedad estadounidense. La europeización de los norteamericanos es difícil. Las multinacionales farmacéuticas y militares conducen al país a un precipicio de intereses económicos, donde la utilización del patriotismo como excusa ya no da mucho de sí: el imperio se contrae arrastrando al resto del mundo en su marea. Los mejicanos se plantean incluso echar atrás el Tratado de Libre Comercio, que fue el germen de la globalización. América Latina está cansada de que la expolien y quiere manejar sus recursos. Obama representa para el mundo la única opción de cambio y contempla a Hillary Clinton como una cuña en las ruedas. La actitud de Hillary en los últimos debates ha sido muy turbia, golpeando siempre en su falta de experiencia o en su innovadora política exterior, bajando a menudo a cebarse en los errores del pasado de Obama y en sus proyectos más progresistas, por lo que esta mujer ha terminado situándose a la derecha de su oponente y a medio camino del republicano McCain. No parece destinada a mover las viejas estructuras, representa como mucho la transición. Los estadounidenses prefieren a menudo los pequeños cambios a las grandes transformaciones y las industrias también llevan mejor los ajustes en la maquinaria que una renovación completa en sus estrategias de mercado. Es muy posible que Hillary acabe llevándose el gato al agua, sobre todo si acepta que Obama sea su vicepresidente. Para que esta situación acabe por ser lógica queda un largo camino de pugna fratricida entre ambos. Si gana Obama, el veredicto de las urnas frente a McCain tomaría otra dimensión. Muchos de los votantes de Hillary, en un caso así, optarían por los republicanos. Las encuestas aseguran que más del 40% de los fans de Hilaria no votarían al partido demócrata si el candidato es Obama. |