Es coherente que los partidos que se autodenominan de izquierdas intenten evitar la entrada de la derecha más convencional en la alcaldía zaragozana. Sin embargo, pensar que el alcalde actual, y buena parte de sus concejales más próximos, están en ese mismo espacio de sintonía induce a la carcajada. El señor Belloch ha dado ejemplos más que suficientes de que podría situarse en la bancada opuesta, no sólo como edil sino como ministro de justicia, de interior e incluso de ambas carteras a la vez, y nadie notaría la diferencia. Es una ingenuidad creer que, de ahora en adelante, Belloch emprenderá las políticas sociales que no desarrolló durante ocho años, cuando tuvo el dinero y la mayoría suficiente para realizarlas. Ojalá me equivoque, pero renovada su autoridad tendremos la oportunidad de comprender que el bipartidismo sigue siendo una herramienta avasalladora. La gente de Chunta y de Izquierda Unida poco pueden hacer frente a la maquinaria del sistema, que unirá los intereses del PSOE con los del PP cuando los asuntos verdaderamente importantes así lo requieran. Optar por el mal menor o por lo malo conocido, reduce la democracia a una estúpida alternancia de partidos mayoritarios, los cuales monopolizan el poder, corrompen las estructuras y devalúan constantemente la democracia.
Los reglamentos de las instituciones ofrecen pocas opciones a los cargos electos para alcanzar acuerdos de mayor calado, ya que la investidura de alcaldes parece ser la razón de su existencia, primando el orden institucional por encima de cualquier participación ciudadana. Si la lista más votada —la del PP, por ejemplo— no obtiene mayoría suficiente de concejales como para formar gobierno, lo lógico es que a la segunda lista le ocurra tres cuartos de lo mismo. Y así sucesivamente, hasta comprender que ninguna de ellas, por sí solas, puede gobernar el consistorio zaragozano. Cuando se abren los pactos, debemos entender que son las personas las que realizan los acuerdos, no las ideas que dicen representar. Si algo salta a la vista es que el señor Belloch y su equipo de gobierno, con toda la Expo a sus espaldas, ha perdido las elecciones, de modo que a la hora de constituir una nueva alcaldía resulta aberrante que sean las mismas personas quienes tomen el mando. Lo coherente, lo razonable, es que otras ocupen su puesto. Empecinarse en los protagonismos individuales deteriora más el sistema, entre otras razones porque las listas no son abiertas ni paritarias, sino cerradas y con un candado de combinación, circunstancia que imposibilita la regeneración del sistema.
Estoy hablando de la cresta de la ola, no del mar de fondo. Los medios de comunicación y los partidos políticos nos muestran la espuma del sistema y sin embargo nos encontramos en medio de un problema mucho mayor. Por un lado va la gente y por otro distinto los representantes, que maniobran como si no existiéramos. Es chocante que la democracia, en su versión actual, favorece a un procentaje minúsculo de la población —apenas el 0,2%—, que es la más poderosa económicamente. A esta casta financiera, la escuchan nuestros políticos con arrobo y actúan según su opinión e intereses. Al resto sólo le piden su voto cada cuatro años, y si te he visto, no me acuerdo.
El próximo 27 de los corrientes, los gobernantes europeos firmarán un documento denominado «Pacto por el Euro», que dejará a los ciudadanos del continente a merced del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Central Europeo. Ninguna de estas tres entidades ha surgido de la voluntad ciudadana, sólo responden al beneficio de una oligarquía adinerada, las grandes corporaciones y multinacionales del planeta. Es sorprendente que, tras la estafa bancaria, ningún mandamás haya acabado en la cárcel. Al contrario, siguen enriqueciéndose a costa de la mayoría y van a continuar haciéndolo con absoluta impunidad. Tras la firma de este pacto por el dinero, que no traerá otra cosa que mayor desempleo, más recortes sociales y, tarde o temprano, el derrumbe y colapso del propio sistema, las administraciones públicas de Europa, desde los ayuntamientos a las comunidades autónomas y los estados, quedarán obligadas a «sanear» sus cuentas. Este «saneamiento» se realizará para recaudar dinero, un dinero que irá a los bancos para evitar su quiebra.
Comprenderán que en esta línea da igual quien gobierne en el ayuntamiento de Zaragoza, porque si Belloch no puede sacar adelante sus recortes con la ayuda de CHA e IU, lo hará con la abstención o con el aplauso del PP. Si el PP fuera el que gobernase haría exactamente lo mismo. De modo que nos encontramos frente a una operación de cosmética. El hechizo de que todavía existen derechas e izquierdas, se desmorona ante la poderosa maquinaria de las grandes corporaciones y multinacionales, capaces de empujar a los partídos políticos en contra de sus votantes. Esta es la razón por la que el movimiento surgido el pasado 15 de mayo está condenado, cada día que pasa, a ser más fuerte. Esta es la causa de que los medios de comunicación —en manos de gente con intereses económicos diferentes a los de la mayoría— no presten la debida atención a los movimientos regeneracionistas. Y esta es la explicación para entender que necesitamos un cambio profundo, no sólo en los hábitos y costumbres, sino en las cúpulas, porque con esta democracia de pacotilla no vamos a ninguna parte. |