El rastro de nuestras huellas
jueves 11 de octubre de 2007
© Sergio Plou
Artículos 2007

    Con la fiesta patro-nacional en puertas y con el ánimo de evaluar si las consignas populistas resultan o no contagiosas, la peña se dedica a contar el número de trapos que cuelgan de los balcones. Gana la abstención seguida muy a lo lejos de la enseña autonómica, que auspicia a la estatal en la mitad de los casos. Rara vez la estatal luce en solitario. Las republicanas o las europeas brillan por su ausencia pero observo que el cachirulo está muy extendido. En materia textil, cuanto más popular es un símbolo mayores utilidades presenta y nadie se rasga el alma si se utiliza como mantel o sirve de bayeta. El problema viene cuando se consagra una tela y se le rinde culto, como no sirve para nada más es pasto de las situaciones más absurdas.
    La gente que necesita insignias y los que luchan por recuperar sus recuerdos se traban mutuamente si somos capaces de observarnos con cierta distancia. Los viajes, el humor y tener cierta cultura promueven otra mirada sobre la realidad. Me llama la atención últimamente la diacronía peninsular. Las referencias al pasado en nuestros políticos pesan tanto como la masa electoral de nuestros abuelos, de modo que nos hallamos todos - lo queramos o no - en el agrio proceso de recordar. Es el momento de los fantasmas y del miedo a airear los trapos sucios, todo se tiñe de símbolos y de alusiones a la guerra civil, la transición y la dictadura. Atrapados en un debate ficticio sentimos realmente que algo se nos evapora entre los dedos.
    Hace unos años tuve la oportunidad de intuirlo, cuando mi prima de Toulousse llegó a Zaragoza, mi tío le pasó mi número y ella me telefoneó para conocerme. Estaba embarcada por entonces en construir su tesis doctoral alrededor -precisamente- de la memoria histórica. No venía a hablarme de banderas ni de himnos, tan siquiera de posguerras. El espíritu académico exige cierta frialdad y si de verdad se quiere encontrar uno con su memoria más profunda no debe dejarse arrastrar por los sentimentalismos, los tópicos o las revanchas. Las guerras separan a los individuos de su forma natural de crecer y casi siempre se pierden lazos familiares. El estudio de los traumas observa un protocolo muy rígido para señalar a las víctimas, y después de setenta años de la contienda española podemos decir que hay abuelos en Francia que no saben qué fue de sus padres o sus hermanos aquí. Su línea vital ha quedado rota porque no se han podido transmitir los conocimientos generacionales. En este aspecto, psicológicamente hablando, estamos al nivel de los Altos del Golán, cuyos habitantes intentan comunicarse a gritos con sus parientes al otro lado de la frontera entre Siria e Israel. La Memoria Histórica es tan importante como íntima es su verdadera solución. Creo que lo entendí hablando con mi prima y conociendo noticias de parientes que para mí ni existían. Es como si se te abriera paso una luz en el cerebro y entendieras ciertos asuntos mucho mejor.

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