John McCain, senador por Arizona, es el republicano que está en mejor posición de entre los conservadores para competir en las urnas con Barack Obama, del partido demócrata que, si a la Hilaria no se le aparece la virgen, será su contendiente electoral. Hasta Europa llega la esperanza de cambio en Norteamérica mediante la única posibilidad del triunfo demócrata. La carrera entre un negro y una mujer para sentarse en el sillón de la Casa Blanca representa el triunfo de la oposición a Bush, que se da por lógica. En su sano juicio nadie apuesta por los republicanos. De entre ellos nadie puede conducir al imperio con mano más dura y estúpida que el propio Bush, es imposible demostrar mayor radicalidad en las posturas conservadoras. Por eso John McCain, veterano de la guerra de Vietnam, no tiene demasiado que ofrecer frente a lo que ya se ha visto. Dice que, si llega a presidente, ganará la guerra en Irak, aunque sea enviando más tropas: "la fuerza abrumadora" de la que hablaba la doctrina Powell. A su escaso juicio no queda más remedio porque si no los terroristas de Al Qaeda invadirán Estados Unidos. Cómo se lo montará el desaparecido Bin Laden para acometer semejante locura, ¿en plan paracaidista? No sabe, no contesta.
El patriotismo de McCain se maneja dentro de la psicodelia apocalíptica. Se siente un soldado de infantería de lo que denomina "la revolución Reagan". Tal vez por su contacto con los chinos o su apoyo a la perestroika de Gorbachov, quién sabe. En cuanto a los iraníes no hay muchas novedades: son mala gente mientras no demuestren lo contrario, así que habrá que darles cañazo como continúen fabricando armas nucleares y poniéndose chulos con Israel. Sin embargo, este abuelo de 71 tacos, que ha sabido borrar las arrugas y las ojeras pero cuya papada resiste a la cirugía estética, presenta al público votante un par de sorpresillas: promete cerrar Guantánamo y acabar con las torturas. Olé su gracia. Para que un republicano defienda estas dos propuestas sólo caben dos posibilidades: que su victoria sea imposible o que estas dos lacras hayan calado muy hondo en la sociedad norteamericana. La idea del juego limpio y del compromiso con la legalidad internacional, la fundamenta McCain en que hay que recuperar el diálogo con los aliados europeos y colaborar en la batalla contra el cambio climático. Del dicho al hecho va un trecho, pero resulta inquietante escuchar este sonsonete de los labios secos de un miembro de la Asociación del Rifle. Habría que hacerle esta pregunta a su más directo competidor. ¿Acaso el demócrata Barack Obama cerraría Guantánamo? ¿Ingresará Estados Unidos en el Tribunal de La Haya? ¿Se atreverá el primer presidente negro a sacar a los americanos de Irak? |