Cuentan los periódicos que anda suelta una leona, aunque a las alturas que escribo —en plena depresión del Ebro y a media mañana— todavía desconocen los expertos si se halla en Teruel o por Valencia, es posible incluso que esté en Tarragona, y albergan serias dudas además sobre el género del felino, al que le han endosado uno al buen tuntún. Con lo que tarda un ser vivo en descubrir sus inquietudes y lo fácilmente que las resuelven los gremios policiales, no es de extrañar que en lugar de una leona se haya perdido un cocodrilo o un elefante. Las personas pierden la ética en cualquier soborno y van luego con la cabeza muy alta, así que da lo mismo. Nadie sabe la causa de su apática sexación ni de dónde se ha pirado la errática leona pero si tienen la mala suerte de toparse con ella hagan el favor de seguir el sabio consejo de los veterinarios: conserven la calma. Es probable que el susto que lleve encima tan peligroso animal sea mayor que el ataque de nervios que pueda ocasionar a los humanos, así que no hagan aspavientos. Ya pasará de largo, como la crisis o los juegos olímpicos de (me) Río de Janeiro, es una cuestión de optimismo o de pura desidia. La leona pasará de largo como la corrupción del PP o el caso Faisán, que es lo último en conspiraciones. No hay mal que cien años dure y todo se olvida, como las mangancias de La Muela o la merienda.
Nadie se puede bañar dos veces en el mismo río, éso decía Heráclito, un filósofo griego reconocido por sus hermosos oximorones y antítesis. Si las aguas bajan contaminadas, cabe la posibilidad de que el río sea una cloaca y no mola darse unas friegas con mercurio ni lubricante de coche. Cualquier día los siluros del Ebro sufren una mutación y devoran el frente fluvial de la Expo, que se ha reducido a un cagadero de perros. Y si los perros están mejor alimentados que los ciudadanos etíopes, no sé porqué los siluros tendrían que hacerles un asco.
Escribía Quevedo que «el amor es fuego helado, hielo abrasador», pero en su época se desconocía la existencia del nitrógeno líquido, así que no conviene tentar a la suerte, ni siquiera en las figuras retóricas. Si la propia fortuna se presenta de golpe hay que sospechar, puede ser más falsa que un billete de doscientos. Sabemos que existen los «binladen», ¿pero han visto uno de doscientos? ¿Y era de verdad? Como hace décadas que no me tomo un tentempié a media tarde es normal que la merienda se me haya extraviado en la memoria, pero si van a entrar en la página web del banco donde guardan su dinero asegúrense antes de que han llegado al lugar correcto. Puede que sea virtual. Hay gente que se dedica a fabricar páginas web de mentira con el único propósito de quedarse con los datos de su cuenta, sus contraseñas y sus tarjetas de crédito. No son hákers, sino vulgares fotocopistas. En vez de Ibercaja.com montan Ibercaka.com y si anda tonto y se le escapa un dedo entra usted en una página idéntica a la de su caja de ahorros. Es un ejemplo, pero conviene mirar bien lo que tecleamos, la fosa está llena de ingenuos.
Las noticias se distinguen de las leyendas urbanas en que las publican los medios de incomunicación social pero a corto plazo buscan en los lectores el mismo efecto que los cuentistas. Se trata de atrapar la atención como sea. Tan excelentes como zarrapastrosos juegos de magia, obligan a ir dando bandazos desde la ciencia hasta la ficción y es más importante que una leona se dé un paseito por la península a que un físico de la talla de Ignacio Cirac haya estado muy cerca de hacerse con el premio nobel de este año. En el país de la pelota de fútbol la ciencia es un tostón.
Comprendo que la futura fabricación de un ordenador cuántico es una tontería comparado, por ejemplo, con los juegos olímpicos de invierno en Jaca para el año 2018. No hay color, es lógico que el premio nobel pase de largo, pero encuestas no faltan. Las encuestas son como los planes quinquenales del soviet o los del franquismo. Un día estamos a la cola del mundo y a la jornada siguiente caemos en la autocomplacencia del buen vivir y del mejor yantar. Todo vale porque nada conserva dos minutos de interés en la TDT. Tener un presidente inoperante no nos conmueve tanto como descubrir que es un pesimista. Nunca se sabe qué es más triste, si estar en lo más álgido de la crisis o creer que vamos ya cuesta abajo y sin frenos. Las noticias son un «phising» para los incautos. |