En esta tierra no faltan las ideas, el problema nace cuando hay que remangarse la camisa y bregar. Para bregar hacen falta esos papelitos de colores que estampa el Banco Central Europeo, y si no están a la vista no merece la pena el esfuerzo, de modo que es fácil llegar al punto de partida y encontrarse de nuevo con la idea inicial. Las ideas, por muy apetitosas que resulten, no son nutritivas y en Aragón, aparte de tener buenas ideas hay que ponerlas en marcha. Sólo cuando funcionan se anima la peña a soltar la pasta, que es justo cuando ya no se necesita porque el proyecto está en pie: sólo falta por demostrar que es rentable. Aquí todo lo que existe es rentable. Mucho o poco, pero ahí está. Si no está es que no nace. La cultura es difícil que nazca en mitad de un secarral, por eso nadie las pone. Si algo funciona culturalmente es de casualidad y a todas horas le dan la extrema unción, a ver cuando la casca. Y si el que se atreve con la cultura no la diña por el camino coge y se larga, que es lo normal. Lo raro es que no tire hacia delante un casino enorme en mitad del desierto, con el punch que tiene apostar entre las boletas de esparto y las noches de jamón. Aunque los promotores sean insolventes resulta muy raro que nadie se arriesgue a invertir unos cuartos en un timo tan redondo. Ni el propio gobierno autonómico se lanza a organizar la timba, será que le viene grande. Tan grande como decirle que no a los de Madrid. Los de Madrid, en el ideario colectivo, son el monstruo de las cien cabezas. El monstruo dice que el trasvase de agua a Barcelona no es en realidad ningún trasvase y la gente se lo cree. Para qué hay que pensar más si nos lo dan mascado y en papilla. Los políticos del valle siguen actuando como directores de una sucursal. Les llaman por teléfono y reciben las instrucciones del jefe sin decir esta boca es mía. Importa un rábano si se ponen trenes de alta velocidad a Calatayud y no los coge ni Blas. En lugar de bajar los precios y cambiar los horarios para que los use la gente, se obliga a la gente a que cambie sus horarios y pague a toca teja. Son lentejas, si quieres las tomas y si no las dejas. Es lo que hay. Lo que hay es religión en la nueva orden que baraja el departamento de Educación del gobierno aragonés. Si no la hubiera no estarían hablando en los institutos de la sobrada que representa clavar a los críos treinta y una horas en el pupitre. Total, para que un alma cándida del arzobispado venga a rayarles la cabeza una hora a la semana por cuatro perras. ¿No sería más productivo que les dieran teatro, música o cine? Ya sabemos que no son rentables ni sirven para nada, ¿pero de qué sirve ser católico? ¿Acaso es un máster y te dan un plus? Hemos cruzado la línea del eufemismo y entramos de lleno ya en lo hipocorístico. Se nos habla como a niños. Se dulcifica la voz para explicarnos las cosas, se atipla para ver si así, a fuerza de tratarnos como a infantes, terminamos comportándonos como tales. Si hay un símbolo en la Expo que viene a representar esta idea es el Faro de las Inciciativas Ciudadanas, que en realidad es un botijo enorme. Entre sus paredes de barro y paja se estará muy fresquito, pero sin nada que hacer. |