Me llama la atención la habilidad que tienen los políticos para separar la ciencia de la ficción. El andamiaje de los micrófonos, la tontería de los periódicos, las radios y las teles, se basa en las bofetadas léxicas entre los partidos mayoritarios. La ficción es constante y diaria pero a la hora de la verdad, cuando se habla de pasta, resulta raro que todas las distancias entre progresistas y conservadores desaparezcan de manera automática. Dicen que es por la Expo. Que a ciento cincuenta y tantos días de tan magno evento no se puede uno andar con zarandajas y que es de vital importancia aprobar los presupuestos de la ciudad. ¡Cuánta responsabilidad! ¡Qué derroche de virtudes! Tres cuartos de lo mismo ocurrió al hablar de Gran Scala, esa maravillosa conversión del desierto monegrino en una ruleta prodigiosa. El dinero es la única ciencia y lo demás es un engañabobos. Desde hace tiempo se sospechaba que si existe alguna variante entre socialistas y peperos no es otra que la religiosidad practicante de la derecha y la versión más descafeinada de la izquierda, a la que últimamente se denomina laicismo. Empiezo a dudarlo. Tengo la extraña impresión de que estamos en el fondo hablando de las formas porque fuera del ámbito de las formas, las diferencias entre unos y otros sólo se reflejan en el carácter de los políticos. O más bien en su personalidad. La personalidad, salvo estridencias patrióticas, sexualidad intolerante o monaguillismo rancio, cada vez es más baja en calorías. Se mojan poco y en la interpretación de las cuentas cada vez menos. Los números, euro arriba o abajo, disponen de escaso margen para la novedad. El ínclito Belloch - y su socio regionalista, el partido de super Biel - no ha tenido que cambiar demasiado las cuentas para que el vecino Domingo Buesa (como flamante vecino se presentaba a las últimas elecciones a alcalde), se hiciera el loco con la partida presupuestaria y haya apalabrado para el pleno próximo su delicada y magnífica abstención. De los 814 millonazos de la partida, y en aras de conseguir su beneplácito, sólo se han movido dos kilazos y medio. Poca cosa, entre semejante orgía dineraria. Para estar hablando de grupos políticos tan enfrentados y tan difíciles de sentar a una misma mesa, el paripé, desde luego, llega a toro pasado. No estamos a final de año sino a principios. Se ha dejado correr el calendario una semana para hacer el canelo y que cada cual vendiera su moto al electorado de la manera que creyera conveniente. El vecino nos cuenta que ha conseguido meter el proyecto del metro con calzador y así queda como la reina del patio. El alcalde dice que algo había que darle para conseguir su silencio. Pero al resto, como siempre, que le den bola. Así que el viernes veremos un pleno consistorial de prodigiosa factura escénica. Y como para llorar siempre hay tiempo, será cuestión de tomarse a los políticos con mucho sentido del humor. Incluso serios parecen de guiñol. |