Genitalidad
viernes 6 de marzo de 2009
© Sergio Plou
Artículos 2009

    Es una tradición hispana, dentro del campo genérico masculino, tener la genitalidad en la boca. Todo se hace por huevos o hace falta tener huevos para hacer algo. La hoja de parra, las manitas cruzadas en los testículos y la decorosa erótica de los calzones, donde los menganos cuyo tórax adquiere forma de chocolatina se cubren completamente sus vergüenzas, indica sin embargo que incluso en la publicidad dirigida por machotes se prefiere sugerir antes que mostrar directamente. Una cosa es desenvolverse como un gallo de pelea y otra muy distinta permitir que se coteje el tamaño y la calidad de la que tanto alardea. A la hora de documentar, lo masculino tiende a lo simplón y se sonroja, lo que no impide al clan seguir en la misma onda. Darle a la lengua y poner en solfa los asuntos privados de los demás tendría que ser un deporte. Desde el «lapsus linguae» del presidente de gobierno hace unos días, cuando se le escapó el verbo follar en una rueda de prensa sobre las relaciones internacionales con Rusia —nadie ha explicado todavía en qué diantres estaría pensando Petazeta para derrapar con semejante ripio — hasta el último espesor militar, donde la ministra de «defensa», Carme Chacón, acaba de romper los últimos tabúes gracias a la modificación de la ley que impide a los transexuales ingresar en el ejército, parece haber transcurrido todo un año y en cambio ni una semana hemos podido contabilizar en el calendario gregoriano. Ahora acaba de salir el joven Aitor, un transexual de 29 tacos, confirmando lo obvio: que con el pene no va a defender a España. Lo que todavía no ha comentado es si la defendería alguien en su sano juicio desde Afganistán, país que al parecer empieza donde termina Cuenca.Nos quedamos con el morbo y no se entra al trapo de lo fundamental. La ministra Bibiana Aído, sin ir más lejos, califica como fundamentalistas las propuestas a favor del aborto libre y gratuito. Habla de que el comité de expertos de la igualdad de género propone una nueva ley, muy moderna y europea, para que una chavala de dieciséis años, si puede tener descendencia, también sea mayor para interrumpir su embarazo sin el consentimiento de sus padres. Faltaría más, ¿pero podrá hacerlo en la seguridad social o tendrá que acudir a las clínicas privadas? Lo dudo. El negocio es el negocio. Los médicos que aluden objeción de conciencia en las intervenciones curiosamente las atienden despúes y con presteza ampliando sus horizontes financieros. Es un asunto viejo y sin embargo continúa dando réditos. La genitalidad, y todo lo que tiene que ver con ella, mueve millones y cerrar el grifo levantaría ampollas. En Estados Unidos lo entienden a la perfección porque todavía están a vueltas con la denominada Propuesta 8 sobre los matrimonios homosexuales. El referéndum que echó atrás en California las bodas gays vuelve a poner en evidencia que las posturas más obsoletas consideran la genitalidad como un delito rentable. El que algo quiere, algo le cuesta.

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