Uno de los bluf más sonados de la Expo serán los conciertos de rock. Ya es un pasmo que a estas alturas no se hayan concretado más nombres que el de Bob Dylan, una gloria del pleistoceno medio. O el estreno de Amaral, que canta en su casa.Teniendo el Rock & Río de Madrid a la vuelta de la esquina resulta absurdo que no se apalabren más actuaciones en Zaragoza. ¿No hay pasta o es que no hay ganas? Igual es que no se sabe apañar, quién sabe, el resultado es el mismo. De cualquier manera se baraja la Feria de Muestras para las multitudes, recinto que está en la otra punta de la ciudad, no vaya a ser que la Expo quede hecha unos zorros con estos shows de medio pelo. La gente flipa con el goteo de dinero que supondrá veranear en esta ciudad durante tan magno evento pero ya comienza a preguntarse si las atracciones de los respectivos pabellones nacionales y regionales garantizarán por sí solas la curiosidad del gentío durante tres meses. Los que hayan adquirido bonos de temporada —diurnos o nocturnos— llegará un instante que se sabrán la Expo de memoria y se aburrirán como nutrias utilizando su abono, a no ser que pretendan tan solo ir a tomarse unas copas, como en cualquier zona de marcha. De hecho las actuaciones interiores se pagarán aparte. Por ejemplo, ver a Els Joglars en el nuevo Palacio de Congresos del meandro requiere un plus de treinta euretes, más de lo que se abonaría por una entrada de patio en el Teatro Principal. ¿Por qué no se monta pues en el teatro durante la temporada siguiente? Nadie lo sabe. Los conciertos de música clásica se realizan en el Auditorio y por lo tanto tienen ya su propio coste. No es un monto adicional que requiera la presentación de la entrada a la Expo, así que da igual tener la ridícula tarjeta Fluvi si lo único que quieres es escuchar a la Caballé. A medida que pasan los días y a un mes de abrir las puertas salta a la vista que cada uno de los espectáculos que se desarrollarán en la Expo apenas duran cuarenta minutos. El Circo del Sol hará un pasacalles diario a las doce de la mañana, así que conviene levantarse temprano para hacer la fila, no vaya a ser que la cabalgata termine antes de entrar. Asistir a la programación diaria, a la que tienes derecho por tu entrada, será cuestión de colas. Hileras de gente torrándose al sol, lipotimias, caídas de tensión y la cruz roja repartiendo botellas de agua. Todo tiene un aforo y superado el quórum allá te las apañes. Lo demás se paga aparte y en su mayoría fuera del recinto de Ranillas. Lo más exitoso hasta ahora están siendo las propias ranitas creadas por Arrudi. Se van a poner a la venta cien ejemplares numerados en caja de nogal al precio de 610 €, adjuntando una pelicula sobre cómo las ideó el artista. Después se lanzarán otras mil a nueve euretes en forma de colgantes, gemelos y llaveros de plata. Un negocio. Y el negocio completo, en las obras imposibles de terminar, pasa por lanzar semillas de girasol y amarillear así el conjunto disjunto de las orillas del Ebro y de la estación intermodal. Estamos hablando de veinte mil metros cuadrados de girasoles, el espacio que ocuparían tres estadios de balompié. A mí me encantan los girasoles, más que las ranas, pero hasta bien entrado julio no habrán crecido así que tendremos calvas, riegos a tutiplén y al final de todo el guirigay muchas pepitas, igual nos da para hacer aceite. La improvisación es el pan de cada día en estas tierras. Sólo nos preocupa lo verde cuando el asfalto y la piedra no llegan a tiempo, entonces se lanzan las semillas y se plantan árboles a destajo. Tanta despreocupación será una alegría para los pulmones zaragozanos del futuro. |