Algo importante ocurre en nuestra educación cuando unos adolescentes vizcaínos utilizan una bolsa de pipas como preservativo y acaba el asunto abriendo los programas basura de la televisión. «¿Con sal o sin sal?», he aquí el dilema. Aunque la muchacha tuvo que ser intervenida de urgencia en el hospital de Cruces, municipio de Baracaldo, para que le extrajeran el envoltorio, la vida se está volviendo tan áspera que salta con extrema facilidad desde lo más nefasto de la caja boba hasta lo más audaz de los periódicos gratuitos, cuyos directores —desbordados por la competición— buscan nuevas herramientas para indignar a la tercera edad. Despertar en su ánimo cualquier emoción parece más interesante que dar un barniz de sentido común a sus conciencias. El sentimiento más fácil consiste en ir mostrando lo escabroso con todo lujo de detalles con el fin de provocar, si no el espanto, al menos la irritación. Si los inmigrantes llegan a Tarifa, se hace énfasis en que vienen montados en barcas hinchables. Los aviones son armas que carga el diablo y no se estrellan así como así, explotan directamente contra las torres de control en Tailandia. Y las exnovias despechadas de los futbolistas más caros, hasta el moño del pelotón, se dedican con saña a ir estropeando las juergas de los jugadores en sus correrías por Mallorca. Todo vale.
Con esta prensa bajo el brazo, que recolectan por manojos en cualquier esquina, los abuelos caminan cada mañana hasta la farmacia más próxima para que les tomen la tensión. Después de ingerir la pastilla podrán encender de nuevo la TDT y desde su sillón orejero recibir otra dosis de carroña. Es el cuento de nunca acabar.
La sección de sucesos aumenta su público de tal modo que la prensa de pago, a menudo, cae en el mismo defecto.¡En sus portadas presta especial atención a la condena de un hombre a dieciséis años de cárcel por abusar de su hija. Y al mismo tiempo nos muestra lo que ocurre en ciertas academias, donde un profesor de inglés acaba de ser detenido en la capital del reino acusado de proponer a sus alumnos la grabación de unas cuantas películas porno. Si actuaban bien en su papel, el maestro les pagaba un viajecito a Londres, lo de menos es que suspendieran los exámenes. En ese caso empezaban los problemas con los progenitores, que castigaban al estudiante negándole semejante «premio». Siempre se sabe dónde comienza la rugosidad de una información pero jamás dónde termina. A veces se la exprime hasta que no da de sí.
Tratar la noticia con delicadeza u objetividad, presentarla como un triste espectáculo u ofrecer vías de entendimiento al conflicto que enuncian, es un hecho que a los profesionales se les va de las manos. ¿Lo hacen a propósito o es una tendencia mercantil? Los paparazzi fotografían con teleobjetivo a la parejita presidencial francesa —mientras veranean en la mansión que los Bruni tienen en la Costa Azul—, con el propósito de conocer si intercambian románticas miradas de complicidad o todo es una pose y se dan asquito. La prensa de investigación española, por su parte, busca con candil en la visita de Peta Zeta a Lanzarote y se topa de pronto con la dependienta de cosméticos más cercana a La Mareta. Esta señora afirma, sin ningún rubor, que el presidente de gobierno se gasta un buen dinero en comprar maquillaje masculino. «No me diga, ¿y cómo es eso?» A este tipo de noticias cabría etiquetarlas de información astringente. Sólo producen desecación y contracción en los tejidos orgánicos. |