La utilización del fútbol como excusa de la Casta para desalojar esta mañana la acampada de Barcelona es la base fundamental de la molienda a palos que han recibido los revolucionarios, y no una cuestión de higiene. Todo el mundo sabe que las acampadas están siendo muy cuidadosas en materia de seguridad y limpieza, incluso respetan los horarios para que los vecinos puedan descansar por la noche. Son ejemplos básicos de ciudadanía.
El partido en el poder actualmente en Cataluña, Convergencia i Unió, a la misma bajura ética que el PP o el PSOE, no soporta la presión de la sociedad civil y ha mandado a los mossos de esquadra contra las protestas. Ya lo anunció ayer. A su lamentable juicio, las celebraciones de un partido de fútbol estaban por encima de los derechos de reunión, y eso que el partido —la final de la Champions que a mí, particularmente, me importa una higa— se celebra mañana en Inglaterra.
La Casta, me refiero a la político-financiera, no ha dudado un segundo en enviar a la policía para que desaloje con violencia a los acampados en la plaza de Catalunya, elevando de esta forma la tensión de las protestas y convirtiendo la indignación y el hastío en un asco profundo. Mal asunto. Mañana por la tarde-noche, cuando los aficcionados barcelonistas intenten celebrar en esta misma plaza su triunfo futbolístico, sepan que lo harán bajo la humillación de una sociedad vilipendiada. La misma que ellos celebran, si es que gana su equipo, con el orgullo de sentirse aficionados al deporte del pelotón.
Estamos ante el clásico ejemplo del divide y vencerás, el recurso obvio que utilizaba la dictadura para mantener distraída a la gente con el fútbol, y que ahora busca mediante la violencia que se enfrente la población entre sí para denigrarla completamente. Al margen de lo que podamos pensar de los hinchas de este deporte, tendríamos que comprender todos que es el momento idóneo para ampliar la acampada desde la plaza de Catalunya, una vez recuperada, hasta las Ramblas. Además hay que conseguir lo inaudito, que los futbolistas, incluídos los que cobran millones por lucir la camiseta, se mojen a favor del movimiento, entren al trapo y aplaudan la protesta del 15 M. Lo contrario sería un mal presagio.
Por otro lado, debemos exigir las oportunas responsabilidades a los políticos por este acto de vandalismo. Los mossos no llevaban ninguna identificación que pudiera servir después para ejercer las correspondientes medidas legales contra ellos. La dimisión del consejero de interior sería el paso más coherente, y en las acampadas que sigan a la actual constituirá sin duda la primera reclamación. Si ésta no se produce con presteza habrá que pedir la dimisión del President de la Generalitat. Va siendo hora tambien de exigir la dimisión de la presidenta de la comunidad de Madrid, que hoy mismo, viendo lo que ocurría en Barcelona, ha pedido que se desaloje la Puerta del Sol. Está claro que el poder político y financiero no está dispuesto a cambiar de hábitos. Al contrario, cualquier excusa es buena para continuar en el inmovilismo.
|