La chispa de la vida
jueves 20 de marzo de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    La vida humana pende de un hilo casi siempre. En algunas zonas del globo su grosor es el de una maroma que se mide en centímetros y en ciertos países es tan delgado que hay que pillar un microscopio para apreciar dónde empieza y dónde termina el hilo de la existencia. La muerte de los demás puede empujarnos a la hipocresía, incluso puede inducirnos a buscar refugio en la vergüenza ajena, pero hay sitios donde la vida resulta tan barata que parece regalada. Y no es ninguna paradoja. Apreciar el dolor ajeno exige una mínima capacidad de distanciamiento frente a la felicidad propia, aunque nos llegue de forma ocasional. Esta virtud no depende tan sólo de la sensibilidad del observador sino también del tamaño de su jeta, sobre todo en el llamado Primer Mundo. Por eso decimos de la gente egoísta, para no insultarla directamente, que gozan de escasa catadura moral. Míster Aznar, nuestro más ilustre estadista, el que tuvo la oportunidad de codearse con Blair y Bush, ejerciendo el papel del tercer tonto útil de las petroleras en la archiconocida fotografía de las Azores, ha soltado en la BBC - uno de los medios de comunicación pública más brillantes del planeta - que la situación de los iraquíes no es idílica pero que sin duda es muy buena. Viendo el desastre que ocasionaron estos sanguinarios merluzos en Irak, ¿cómo calificarían sus propias vidas? ¿De inmerecidas por absurdas? ¿De celestiales por el lujo en el que vegetan? ¿O sencillamente de acojonantes? Si el rasero de la felicidad iraquí no alcanza lo bucólico ni lo pastoril - como narraban las églogas de Virgilio -, si entre ellos no existe la ternura ni la delicadeza propias de los enamorados, es evidente que no podemos adjetivarlas de idílicas salvo que estemos hablando desde el más terrible de los cinismos. ¿Cómo es posible todavía que un sujeto como Mister Aznar no sólo campe a sus anchas por el mundo sino que se atreva a decir lo que suelta sin que ningún juez le interponga una orden de busca y captura? Para escarnio público y sin ningún decoro ni vergüenza, repite además que si volviera a presentarse la situación tomaría las mismas medidas. Cualquier ser humano en pleno uso de sus facultades mentales, y siendo consciente de los lamentables resultados de aquella miserable invasión, ante la oportunidad de rectificar, retractarse o reconocer al menos su error, se hubiera agarrado a un clavo ardiendo para quitarse de encima el peso de los cientos de miles de cadáveres que actuarían como una lápida enorme sobre su conciencia. Cualquiera salvo Mister Aznar y sus estúpidos compañeros de viaje, cuya idiocia sin duda les habrá llenado los bolsillos pero les ha vaciado la ética hasta extremos impresentables. Sería mejor, en beneficio de sus propios intereses, que cerrara la boca ante preguntas que debería considerar engorrosas. Si persiste en su empeño es debido seguramente a la ínfima posibilidad de que algún día - ojalá - el Tribunal Penal de la Haya pudiera exigirle responsabilidades.

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