Vamos a estar pagando la Expo durante treinta años. Hasta dentro de dos o tres, no levantaremos cabeza. De hecho, los próximos presupuestos, más que de apretarse el cinturón serán de hacerse varios agujeros nuevos y tirar fuerte de la correa. Y no es que yo sea un tremendista, son palabras del teniente de alcalde. El que lleva las cuentas en la concejalía de Hacienda afirmó ayer en el Pleno del Consistorio que tardaremos tres décadas en devolver al banco los créditos, y se quedó tan ancho. No me extraña que la siguiente movida internacional ni siquiera se dibuje en el horizonte, da la impresión de que podemos celebrar la actual porque nos ha costado más de un siglo reponernos de la anterior. Por lo visto nuestros próceres se han fundido 400 millones bajo la excusa de la Expo, pero no realmente para la Expo. Apenas se han pagado 65 y es más, cuando te pones a pedir préstamos resulta que engorda tu credibilidad, de modo que igual solicitan otros 130 y consiguen invertir 180. Eso sí, de los 180 pagarán la mitad en facturas de la Expo. Supongo que para que no digan que no aflojamos la mosca. Pero, vamos a ver, ¿de qué diablos habla este buen hombre? ¿Del cuento de la lechera? ¿Acaso no le produce escalofríos todo este baile de millones? A estas alturas, qué remedio nos queda, todos hemos aceptado la construcción de la Expo. Lo que no tenemos por qué aceptar es un guirigay de cifras. No somos economistas. Puestos a dar explicaciones, que se arme de una pizarra, coja la tiza y haga números simples para que los entendamos todos. No basta con subir la recogida de las basuras y la factura del agua un 2,5% sobre el índice de precios al consumo, hay que mostrarse educativo con el populacho si quieres que entienda las causas. Si te da lo mismo, corres el riesgo de que te llamen despilfarrador. O cosas peores. Ya es bastante perjudicial que se apruebe el presupuesto de Zaragoza bien entrado el mes de febrero, gracias al silencio de la oposición, que le da cuartelillo sin demasiadas explicaciones. Si el papel de los políticos en nuestra sociedad no es precisamente el de discutir cara al público, porque prefieren los saloncitos anexos, sería conveniente que nos dijeran en qué ocupan su tiempo. Últimamente se enarbola mucho la bandera de los grandes proyectos buscando que despeguen sin crítica y a todo trapo, pero semejante conducta no tendría que otorgar a los políticos un cheque en blanco. En algún momento habrá que discutir cómo se gestiona la pasta gansa que circula alrededor de la Expo, ¿o no? Pues supongo que no, la verdad. De estos entuertos se entera uno a toro pasado, cuando te da igual echarles un galgo. Los grandes proyectos están sembrados de muñecas rusas, que encierran unas empresas en otras, que subcontratan a su vez los servicios en otras más pequeñas y que al final diluyen las responsabilidades en cualquier cabeza de turco. Cuando a uno se le llena la boca hablando de millones la gente pierde la cuenta y cae en arrobo.Tanta pasividad, ¿no resulta delirante? |